Amansando la Envidia


“Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos.” Salmos 73:2-3

Asaf, el gran salmista y hombre de Dios estaba, en el momento en que escribía este texto, con un gran conflicto dentro de sí. Una fuerza desde su alma, desde sus emociones lo halaba hacia abajo, hacia la carne, y se quejaba de la injusticia. Veía a los impíos, a los malvados prosperar llenos de arrogancia y sin dificultades para hacerse camino en la vida, y continuaba en su fuerte queja: “Los ojos se les saltan de gordura; Logran con creces los antojos del corazón. Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia; Hablan con altanería. Ponen su boca contra el cielo, Y su lengua pasea la tierra.” Asaf sentía envidia, rabia, frustración, y me encanta que esto aparezca en la Biblia porque demuestra que aún un gran salmista y ministro, es un ser humano. ¿Alguna vez has sentido lo mismo? Yo sí. Muchas veces le he preguntado a Dios por qué no escucha mis oraciones siendo yo su servidor, y por qué, a mi parecer, satisface los deseos de algunos que lo ignoran o incluso lo desprecian. Y Dios le dio la respuesta a Asaf para ti y para mi. En medio de este duro conflicto, este hombre confiesa: “Se llenó de amargura mi alma, Y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo, que no entendía; Era como una bestia delante de ti.” ¿Sabes qué? A pesar del enojo, Asaf me mantenía en la Presencia.

Un poco antes este hombre afligido confesó como pasó de estar guiado por su alma a ser guiado por el espíritu: “Hasta que entrando en el santuario de Dios, Comprendí el fin de ellos.” La clave para entender lo que ocurría estuvo en entrar en la Presencia de Dios. Buscar la perspectiva divina, no la natural. No seas de los que huyen de Dios cuando yerras, cuando metes las patas. Todos fallamos muchas veces. Y es en ese preciso momento cuando más debes buscar la Presencia de tu Padre que te ama, para que te abrace, te consuele y te ayude a drenar tu dolor, tu frustración, y para que luego te tome de tu mano derecha y te guíe hacia tu propósito. “Con todo, yo siempre estuve contigo; Me tomaste de la mano derecha.” Veamos que Asaf no se apartó de Dios. Él comprendía lo que mil años después Jesús nos mostraría al ser tentado en todas las formas. Que Dios nos conoce. Que no nos rechaza cuando batallamos contra el pecado, ni cuando caemos ante Él. Su único requisito es que sigamos buscándole, tomados de Él quien jamás nos rechazará.

“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.” Juan 6:37

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