No más murmuración

“estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios,…” Romanos 1:29-30a

Esta lista contiene tan solo un tercio de los calificativos que Pablo utiliza para aquellos que “no tienen en cuenta a Dios” verso 28, pero ¿cómo se puede comparar al perverso con el que murmura? ¿No es acaso peor el calculador homicida que mi vecino chismoso? Según esta cita: con la misma intensidad con que Dios reprueba el asesinar, reprueba el murmurar; Él no tiene diferente niveles de tolerancia para diferentes errores, porque: “cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.” Santiago 2:10 Nosotros tenemos la Gracia de Cristo y no estamos bajo la Ley, pero eso no significa “licencia para pecar.” No podemos ser medio envidiosos, un poco homicidas o casi avaros del mismo modo como no podemos ser casi honestos o medio santos, pero nuestra justicia nos confunde, magnificando los errores ajenos y minimizando los propios. La murmuración evidencia que nos consideramos superiores…

Todas estas inclinaciones tienen un denominador común: Una “mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” verso 28. Reprobado es aquel que no es aprobado. La buena noticia es que Dios es misericordioso y, “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” Romanos 5:20. Por eso el llamado es para que tengamos en cuenta a Dios de modo que seamos aprobados. Pocas cosas son más decepcionantes que un ser querido hablando mal de tu hijo, y hiere aún más si lo que dice es cierto… Entonces ¡tengamos en cuenta a Dios y no le hagamos lo mismo! La próxima vez que sintamos la tentación de hablar mal del jefe, del vecino o un familiar, detengámonos un instante y tengamos en cuenta a Dios. No importa si lo que vamos a decir es cierto o no, ese no es el punto; lo que si importa es que el problema no está en esa persona sino en nosotros, en nuestra mente reprobada que, al no tener en cuenta al Padre, hace lo que no conviene.

“¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?” Romanos 2:3

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