No nos acostumbremos…

“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.” Mateo 12:30

¿Cuándo perdí la capacidad de maravillarme y dejé de percatarme de los milagros de cada día? ¿Cuándo dejé de nutrir a mi alma y cómo no percaté de su raquitismo? ¿Cómo no me di cuenta de la maravilla de ser una sola carne con mi esposa, disfrutar a mis hijos y de lo fabuloso que es respirar, reír, llorar…? A pesar de las miles de tonalidades, mis ojos insisten en el blanco y negro y, con tanto amor alrededor, me enfoco en donde falta. ¿Cómo fue que comencé a despreciar el tesoro de cada minuto, viviendo como si nunca fuera a morir, mientras abandonaba mis sueños, como si ya estuviera muerto? ¿Acaso el nacimiento de un bebé es menos maravilloso porque ocurre uno cada pocos segundos? ¿No debería quedarme sin aliento con la luna llena, un atardecer o porque los brazos abiertos de Cristo en la Cruz también me abrazaron a mí? ¿Cómo aprendí a estar atento a lo que me falta y no a lo que tengo, teniendo tanto? ¿Por qué asumí que mis recursos me pertenecen y que merezco todo lo que recibo? ¿Dónde aprendí la ilusión de poseer? ¿Cómo me volví tan insensible y arrogante?

Bendito Creador: ¡Enséñame a amarte con todo mi ser! Sean tuyas mi alma, mi mente y mis fuerzas. Perdóname por haberme acostumbrado a vivir la vida como si me perteneciera, como si yo mismo me la hubiera otorgado. Discúlpame por asumir cada noche que, por la mañana, mis ojos volverán a abrirse y que aún estará Tu aliento en mi boca. Perdona mi hablar que es siempre yo, yo y yo, como si el universo girara solo a mí alrededor…. ¡Transfórmame! ¡Despiértame! Enséñame a ser realista, es decir a vivir “Tu realidad” en vez de mi ignorancia. Abre mi alma para que finalmente pueda entenderlo: La vida es maravillosa y es un regalo tuyo. No quiero desperdiciarla más. ¡Lamento mucho el haber desechado tantos regalos sin haberlos abierto siquiera! Ayúdame Espíritu Santo a vivir en una frecuencia más alta, con un corazón más alerta a Ti y menos a los engaños del mundo. A partir de ahora mismo seré agradecido y, como David:

“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca.” Salmos 34:1

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