Cómo Dios lo había dicho…

“Y he aquí que yo estoy para entrar hoy por el camino de toda la tierra; reconoced, pues, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, que no ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado ninguna de ellas.” Josué 23:14

Josué fue un guerrero y líder insigne, y uno de los 12 príncipes que espiaron la Tierra Prometida enviados por Moisés. Desafortunadamente todos los demás, excepto Caleb y él, dieron un mal reporte y Dios los hizo andar 40 años por el desierto, sin entrar a la promesa. Sin embargo. no se registra una sola queja de parte de estos hombres. Josué servía a Moisés y permanecía en el Tabernáculo buscando la Presencia de Jehová. A la muerte de Moisés, Dios le encargó a Josué la responsabilidad de guiar al pueblo de Israel (que según algunos ya superaba los 2 millones de almas) a la Tierra Prometida (una tierra fértil y preciosa pero plagada de poderosos enemigos incluyendo gigantes) y repartirles a las 12 tribus sus territorios. Después de cruzar el Jordán sobrenaturalmente abierto para que el pueblo lo cruzare en camino seco, Josué venció uno a uno a 31 reyes y tomó muchísimas ciudades siendo la más famosa: Jericó. La promesa de Dios: “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida,” (Josué 1:5), se cumplió a cabalidad.

En el verso arriba observamos algo impresionante. Josué se despide de su pueblo porque sabe que su partida se acerca y no está preocupado por su gloria ni por su memoria, sino porque el pueblo acepte y no olvide nunca lo que Dios hizo por ellos. Por eso les ordena que reconozcan “con todo su corazón y alma” algo extraordinario de parte de Dios: Que todas las buenas palabras (bendiciones) que Jehová había dicho de ellos, todas han acontecido, sin faltar ni una de ellas. ¿No incrementa esto tu fe? ¿Saber que Dios cumple con total y absoluta certeza cada Palabra pronunciada sin que falte ni una sola parte de ellas? Por eso dice el profeta Isaías que ninguna Palabra que sale de la boca de Dios puede regresar vacía, sino que cumplirá todo aquello para lo que fue enviada, es decir, dicha. En otras palabras, es imposible que no se cumpla lo que Dios ha declarado. Si Él lo dijo sucederá; si te lo prometió, ocurrirá. En la Biblia hay promesas que tienen tu nombre, la mayoría de ellas condicionadas a que la obedezcas. Por eso me impacta uno de los consejos de Josué que parecen hecho para el tiempo presente:

“Guardad, pues, con diligencia vuestras almas, para que améis a Jehová vuestro Dios.” Josué 23:11

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