Corazón entendido

“Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande?”  1 Reyes 3: 9

Esta fue el pedido de Salomón cuando, recién nombrado rey, Dios le preguntó que deseaba. Él no pidió poder, riquezas, larga vida ni la cabeza de sus adversarios; la prioridad del joven dignatario era cumplir el mandato de Dios, lograr aquello para lo que Dios lo había puesto allí: juzgar a Su pueblo. Salomón, a diferencia de la mayoría de los líderes, no se consideraba rey sino siervo, y reconocía que el pueblo gobernado le pertenece a Dios, no al dirigente de turno, por eso, en vez de contratar asesores o de aplicar su ideología política, Salomón le pidió sabiduría al Creador, reconociendo que el reto de dirigir a esa multitud era muy grande y que él, por sus propias fuerzas, no lograría hacerlo con excelencia. Salomón asumió la posición que Dios le dio, sin temor al reto pero con temor a Dios.

¿Qué haces cuando eres promovido, asumes liderazgo en tu comunidad o tu negocio prospera? ¿Recuerdas que es Dios quien te pone en lugar de autoridad y que solo Él es dueño de ese “pueblo” así como de los recursos que gerencias? ¿Le pides sabiduría para “discernir entre lo bueno y lo malo” o confías en tu propio juicio? Este discernimiento es clave porque mientras mayor es el poder, mayores también las tentaciones, y esa anteriormente clara línea entre el bien y el mal puede difuminarse. En los versos siguientes vemos como la humildad de Salomón, junto al deseo de cumplir exitosamente su misión, agradó a Dios Verso 10 y fue la clave para que le diese mucho más de lo que pidió: “he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú.” Verso 12 No limites a Dios aferrándote a la bendición como si fuese tuya, olvidando a Aquel que te la dio. Permanece fiel y esforzado, da lo mejor pero desde tu lugar, para Su gloria, y a Su tiempo Él te dará más de lo que esperas:

“Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días.” 1 Reyes 3: 13

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