Solo hay un Señor
“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor;” Efesios 5:22
Esta es una de las citas de la Biblia que más se ha distorsionado en el mundo cristiano. Por un lado los hombres, guiados por la imaginación, el egoísmo y quizás delirios de grandeza, hemos querido ver en esta Escritura la justificación para ejercer dominio sobre la mujer, abusando de la autoridad en vez de liderando, anulándola con prepotencia en vez de edificándola con sabiduría. Por su parte muchas mujeres, ya acostumbradas también a esta perversa interpretación religiosa, creen que este es el plan de Dios para ellas, y por eso las vemos muchas veces pidiéndole permiso al esposo para estudiar, para decisiones menores sobre los hijos e incluso para servir a Dios. Pareciera que la mujer creyente fuese la extensión del hombre, alguien quien, al casarse, perdió toda su individualidad.
Pero acá no dice que el hombre es el señor de la mujer sino que la mujer debe sujetarse al marido como al Señor, es decir de la misma forma como ella se sujeta a Él. Ahora bien: ¿se sujeta la mujer a Dios a la fuerza? ¿Acaso vino un día el Espíritu Santo y la obligó a seguirlo? ¿La ofende o maltrata cuando comete un error o no hace Su voluntad? ¡Jamás! Dios respeta profundamente nuestra individualidad y valor. Él es nuestro Creador y nos ama. Él construye, no destruye; restaura, no mete el dedo en la llaga. Dios nos seduce, a mujeres y hombres, con Su amor, paciencia, santidad, sabiduría… y si, también con Su poder, pero solo usa ese poder para protegernos y proveernos, no para agredirnos ni degradarnos. La mujer es nuestra “ayuda idónea” Génesis 2:28 no nuestra propiedad, es “coheredera de la gracia de la vida” 1 Pedro 3:7 no nuestra empleada, ella es la “corona de su marido” Proverbios 12:4 no la suela de su zapato. Cuida, bendice, protege a tu esposa. ¡Ámate a ti mismo amándola a ella! Efesios 5:28 Trátala de una manera muy especial, mejor que a nadie; confía más en ella y te aseguro que no te arrepentirás…
“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” Efesios 5:25