Tu ayuda idónea – parte 1

“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre [Adán] esté solo; le haré ayuda idónea para él» Génesis 2:18

Imagina que eres el único ser humano de la tierra. No hay familia ni amigos ni niños; los animales te obedecen y te temen, y los árboles te dan su abundante fruto. Tú gobiernas todo, y todo es para ti, solo para ti. Tienes a Dios físicamente y lo ves con frecuencia; inesperadamente entra al jardín y te llama: “… ¿Donde estás tú…? (Génesis 3:9) Así de increíble era la vida de Adán pero, aunque tenía a Dios y disfrutaba de una estrecha relación con Él, estaba incompleto, algo le faltaba. Aunque te cueste creerlo, Dios no era suficiente para que Adán estuviese completamente feliz, y el Padre, sin celo alguno, decide crear de la misma carne y esencia del hombre, una criatura especial, hermosa, un complemento o «ayuda idónea», una compañera irresistible porque pone en ella exactamente aquello que a Adán le encantará. Ella lo cautivará pero también le ayudará de una manera “idónea,” es decir óptima, ideal, ¡mejor que nadie más! En el plan original de Dios, tu pareja es tu mejor apoyo, tu mejor compañía, tu mayor soporte, motivador y asesor. Urge volver a ese plan, ¡comienza tú!

 

Pero Dios no hizo a Eva como a Adán, del polvo, sino que sacó del hombre una parte de sí mismo para que visible y físicamente pudiera tenerla; y ella tenerlo a él. Yo creo que esa costilla contenía también buena parte de su alma. Y a partir de entonces, a todo hombre le faltará su esposa para estar completo, y viceversa. Así instituyó Dios el matrimonio y lo hizo sagrado, no porque un sacerdote bendiga a la pareja sino porque el Dios y Creador del universo, le cedió a ella una parte de Su puesto en el corazón de él, y viceversa… Dios habita en tu pareja. Escarba un poco, búscalo,  ¡encuéntralo! La imagen del mismísimo Espíritu Santo de Dios allí, a tu lado, en tu cama, vestido de piel…

“Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne;…” Génesis 2:22-23a

 

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