Un regalo para tu descendencia

“Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.” Hebreos 7:9-10

Abram le dio los diezmos a Melquisedec (figura de Cristo) cuando regresó de derrotar a Quedorlaomer. (Génesis 14:17-20). Después Dios le prometió a un hijo: Isaac (Génesis 15 y 18) que nació años después (Génesis 21) y fue el padre de Jacob quien fue el padre de Leví (Génesis 29:31-33). Entonces, ¿cómo pues Pablo afirma que al darle Abraham los diezmos, también los pagó Leví, si ni siquiera su abuelito había aún nacido? ¿Por qué Dios, al presentarse a Moisés en forma de zarza ardiente le dijo: “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob”? (Éxodo 3:6). Porque la visión de Dios es generacional…

Recuerdo un amigo que cuando viajaba llevaba fotos de su familia, y las veía para disminuir su tentación de flirtear. Intuitivamente sabía que el adulterio traería destrucción, para él y su familia. Nuestras decisiones afectan la vida de nuestra descendencia. Así como tenemos herencia genética y herencia psicológica, también tenemos herencia espiritual: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30:19). Los hijos llevan las consecuencias de las acciones de sus padres. La mayoría del pueblo judío aún hoy es próspero, gracias a la bendición de Abraham. Cuando venga contra ti la tentación, recuerda que tus iniquidades le abren las puertas de tus generaciones al enemigo, y cuando no estés motivado al bien, recuerda que tus aciertos descenderán a los tuyos. Algunos dicen: “Si realmente Dios existiera, no permitiría tanta maldad,” pero lo que pasa es que las bendiciones y maldiciones se van heredando y, a nuestros ojos, parecen injusticia. Pero la bendición y la maldición siempre tienen una raíz (Proverbios 26:2). Siembra bendiciones y arranca toda maldición a través de la Sangre de Cristo:

“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero, para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles,…” Gálatas 3:13-14a

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