Padres e hijos – La corrección

Corrige a tu hijo, y te dará descanso, Y dará alegría a tu alma.” Proverbios 29:17

Es bueno que seamos amigos de nuestros hijos pero no primero que padres. Los amigos van y vienen pero los padres no. Corregir a nuestros hijos es un acto de amor, una clara muestra de nuestro genuino interés por ellos, por eso Pablo dice: «Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.» (Hebreos 12:6). Si por evitar una escena con tu hija pequeña en un centro comercial o una confrontación directa con la rebelión de tu hijo adolescente, prefieres dejar que las cosas pasen y “tomen su propio rumbo,” estás dejando de cumplir tu rol y te informo que la situación no va a corregirse sola sino que va a empeorar.

La poca corrección trae consecuencias: La casa del sumo sacerdote Elí fue juzgada “… para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado.” (1 Samuel 3: 13). Elí, a pesar de conocer la pésima conducta de sus hijos, no los corrigió (estorbó). Con certeza deseaba que les fuera bien pero no se esforzó en ello. Debemos guiar los pasos de nuestros hijos o se desviarán. Si están actuando mal, debes redargüirlos, llamar su atención sobre su error, encaminarlos, para eso nos los dio Dios. Por otro lado, la excesiva corrección afecta su autoestima por lo que Pablo aconseja: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos,  sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4), y también: “Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.” (Colosenses 3:21). Corrección no significa agresión, tormento ni humillación. La clave está en corregir la conducta no en degradar a la persona. Todos cometemos errores pero eso no nos convierte en fracasados. David adulteró pero no era un adultero y Pedro negó a Jesús pero no era un traidor. ¿Cuándo fue la última vez que motivaste a tus hijos? ¿La última vez que le dijiste que son un maravilloso regalo de Dios? Cuando alguno de tus hijos tiene éxito en la escuela, el arte o los deportes, ¿le dices: “te lo dije” o solo cuando le va mal? Si quieres que tus hijos caminen con Dios, tienes que corregirlos con amor. Si piensas que no tienen remedio, te equivocas. No renuncies a ellos, no claudiques sus preciosas almas ni te des por vencido; valóralos. Corrígelos pero antes ámalos, y demuéstrales ese amor con acciones. Tus pensamientos no bendicen a nadie hasta que los comunicas y actúas en consecuencia. Regresa tu corazón a ellos para que sean parte de un pueblo “bien dispuesto” para Dios:

“E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.” Lucas 1:17

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