Aprendiendo a hacer el bien
“Apártate del mal, y haz el bien; Busca la paz, y síguela.” Salmos 34:14
Con frecuencia escucho a personas racionalizando sobre su comportamiento en la vida con justificaciones del tipo: “yo no robo, nunca he matado a nadie y no comparto mi dinero porque para eso trabajo duro,” pero la Biblia nos enseña no solo a apartarnos del mal sino también a hacer el bien. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste un gesto desinteresado, sacrificaste algo por otro o extendiste tu mano amiga para levantar a alguien en necesidad? Si vienen varios ejemplos a tu mente, te felicito, pero si no logras recordar al menos un caso durante los últimos doce meses, este mensaje es para ti. Dios no solo quiere sacarte del lado negativo, Él quiere instalarte en el positivo. Él no solo desea que seas completamente sano de tu enfermedad sino que además puedas disfrutar de los legítimos placeres que te ofrece tu cuerpo. No solo quiere restaurar tu matrimonio, quiere además que tengas uno bonito, lleno de amor y honra, y que inspire a tus hijos. No quiere solamente que salgas de todas tus deudas sino que además seas prosperado y tengas sobreabundancia, para que seas de bendición a otros.
Sin embargo Él también espera algo de ti: no tan solo que no hagas daño sino que hagas algún bien, a diario. No tan solo que no malgastes el dinero sino que inviertas Su parte con sabiduría e integridad, en Su reino. No solo que dejes la fornicación o el adulterio sino que reconquistes a tu cónyuge y ambos sean uno. No basta que te apartes de lo malo, debes hacer lo bueno, y asimismo no basta que busques la paz, debes seguirla, procurarla siempre, dejando atrás las ofensas, los maltratos, los ataques. No es suficiente el no vengarte, es necesario también el perdón. No basta con que no seamos malvados, Dios quiere que seamos benignos. No solo es importante que no odiemos, Dios quiere que amemos. No es suficiente que no seamos tacaños, debemos ser generosos. Hoy Dios te invita a hacer el bien, a sembrar una pequeña semilla con un sincero halago, una palabra de aliento para el deprimido o un abrazo fraterno para el que está solo. ¿O qué tal alimento para un niño, un anciano o apoyo para el desempleado? Extiende tu mano, no la cierres, Dios te observa, y te bendecirá:
“A Jehová presta el que da al pobre, Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.” Proverbios 19:17