¿Idólatra tú?

“Los ídolos de las naciones son plata y oro, Obra de manos de hombres. Tienen boca, y no hablan; Tienen ojos, y no ven; Tienen orejas, y no oyen; Tampoco hay aliento en sus bocas. Semejantes a ellos son los que los hacen, Y todos los que en ellos confían.” Salmos 115:15-18

En la primera oportunidad en que Moisés dejó al pueblo solo por cuarenta días, éstos se construyeron un becerro de oro y comenzaron a adorarlo (Deuteronomio 9:16). ¿No es increíble? Ellos habían visto la ira de Dios caer en la forma de poderosas plagas sobre Egipto, la columna de fuego cada noche y la nube cubriéndolos cada día; habían comido el maná que caía a diario del cielo, bebido agua de una peña y disfrutado codornices cuando quisieron carne, ¿cómo pudieron olvidar todo tan pronto y adorar a un objeto? ¿Cómo pudieron buscar en una estatua a Aquel que abrió el mar delante de sus propios ojos? Pareciera que a pesar de su libertad física, seguían siendo esclavos… Ellos sentían la necesidad de adorarlo pero no Le conocían. Solo conociendo la verdad seremos libres (Juan 8:31-32) pero pereceremos por falta de conocimiento (Oseas 4:6).

Como el murciélago que cegado en su cueva ignora la luz del día, obviamos lo espiritual cegados por lo natural. Creemos en lo que podemos ver y palpar, cometiendo un grave error porque el mundo espiritual es más real que el visible (2 Corintios 4:18). Por eso Jesús dijo “bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:27). Debemos aprender a adorar con absoluta certeza a Aquel a quien no podemos ver, sujetarnos a Él como si estuviéramos “viendo al Invisible” (Hebreos 11:27), a usar los lentes de Su Palabra para interpretarlo todo. Pablo dice que la fe es la “convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1b) porque, aunque no lo podamos medir o abrazar, Dios es real. No necesitamos una representación de Dios porque solo va a limitar nuestra percepción de Él. Ella “tiene boca pero no habla,” pero Dios habla a tu corazón. Ella no tiene “aliento en su boca” pero Dios puso vida en la tuya. ¿Te enamorarías de un maniquí? No, porque sabes que no contiene un espíritu humano, pero entonces, ¿cómo podría contener al Espíritu de Dios? Si confiamos en una imagen nos hacemos semejantes a ella porque lejos de exaltar a Dios, lo ofendemos al querer «envasarlo.» Lejos de incrementar tu fe, la limita. Por eso nuestro Creador, que quiere ensancharnos, expandirnos, levantarnos, nos ordena:

“No tendrás dioses ajenos delante de mi. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso…” Éxodo 20:3-5

 

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