Es un misterio – parte 2
“¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud.” Malaquías 2:15
Desde el principio el plan de Dios ha sido que los esposos sean uno; y que tengan “abundancia de espíritu.” Él sabe que sin ella, la unidad del matrimonio se fragmenta y divide, y la pareja se vuelve desleal y fracasa. Me impresiona ver con cuánta desfachatez algunos cónyuges se comportan deslealmente con su pareja, aún en presencia de amigos y recién conocidos, y a nadie parece perturbarle. Nuestra naturaleza carnal es egoísta y arrogante, quiere recibir sin dar, es autocompasiva, auto complaciente, detesta el esfuerzo y cree merecerlo todo. Sobrevalora cada pequeño esfuerzo propio y subestima cada logro del otro. ¡Sácatela del alma porque ella no eres tú! Dios creó a Eva de la costilla de Adán para que hubiese un vacío en su corazón que solo se saciaría con el retorno de ella (y viceversa, de ella a él). Por eso la Biblia llama a la esposa “ezer kenegdó” (ayuda idónea), porque originalmente ambos salieron de uno solo, no solo de una misma fuente que es Dios, sino de un mismo cuerpo que el Creador hizo. Por eso el verdadero matrimonio es un gran misterio (Efesios 5:31-32).
De modo que tu cónyuge no está contigo para ser el blanco de tus ironías sino para que le fortalezcas. Dios no le creó para el desahogo de tus frustraciones sino para le motives a alcanzar su máximo potencial, y nunca lo logrará sin ti. Tu pareja necesita de ti y tú de ella, en todo, por eso Salomón dice: “… si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo?” (Eclesiastés 4:11). Tu pareja es la compañía idónea que Dios te escogió para caminar sobre esta tierra. Merece todo tu respeto y tu atención, tus cuidados e interés, tu amor y que escuches su opinión. Nunca estarás completo si dejas una parte de ese ser fuera de ti. Tu cónyuge debe ser la primera persona en conocer tus sueños, y tú los suyos. Involúcrale en tus planes, nunca le mientas; no murmures con nadie porque es desleal, es adulterio espiritual y degrada a Dios quien te la dio. Es tu complemento, no está allí por accidente ni porque “metieron las patas.” Está allí como un par de ojos extras para ver lo que tú no ves (ensanchando tu visión) y oír mejor la voz de Dios. Tu matrimonio es sagrado delante de Dios. Cuando Él los mira, ve solo a uno, y solo con esa “abundancia de espíritu,” nuestros hijos serán “descendencia para Dios.”
“¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto.” Malaquías 2:14