La ilusión de autosuficiencia.
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” Juan 15:5
La mayoría de los varones hemos sido educados para vivir independientemente. Vamos por la vida caminando firmes pero arrastrando un alma herida, pretendiendo que no nos afecta, subestimando el dolor y sus consecuencias como la amargura y la frustración. Bombardeados por múltiples Rambos, Tarzanes y Batman que no necesitan de nadie porque pertenecen al selecto grupo que “tiene todo lo que se requiere,” nos sentimos desnudos y frágiles y, en ausencia de granadas y cuchillos solo nos queda el chaleco antibalas para proteger a toda costa el mayor de todos los secreto: somos vulnerables. Y muchas mujeres, con su propia carga de heridas no cicatrizadas, están también irguiendo sólidas paredes aunque bellamente tejidas por afuera. Ya no adoramos a Baal ni a Asera pero tenemos una nueva parejita: el dios Control y su esposa Autosuficiencia. Nombres nuevos para la misma antigua forma de esclavitud diabólica donde, desesperados por asegurar la libertad, nos encarcelamos. Pero la verdad es que aún los líderes mundiales y hasta los astros que flotan en el firmamento dependen unos de otros. Ni siquiera Dios eligió la independencia porque prefirió contar con nosotros…
Por eso Jesucristo nos manda a depender completamente de Él diciendo que, si nosotros (las ramas) nos separamos de Él (el tronco), nada podremos hacer, no daremos fruto ni tendremos éxito. ¿Alguna vez viste a una rama dar fruto días después de que fue cortada? No, solo pegada al tronco, absorbiendo a diario la Savia de la Vida, conectada a Él, esa simple y tosca rama florece y lleva mucho fruto. Conectarte con Dios no es un acto pasivo, es intensamente activo; no demuestra temor sino valor; no es estancamiento sino avance. Es fe en acción porque Dios nunca te dejará donde estás sino te empujará adonde jamás llegarás solo. Reconéctate con Dios. No caigas en la mentira mundana de la autosuficiencia. Una herida no se sana guardándola sino limpiándola y exponiéndola. Necesitamos la comunión de Jesús:
“¿No crees que yo soy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, él hace las obras.” Juan 14:10