Aún el viento y el mar Le obedecen

“Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” Marcos 4:40

Los discípulos angustiados en medio de la tormenta, mar adentro, despertaron al Señor para que los salvara. ¿No es increíble? ¡Jesús dormía mientras todos se desesperaban! Luego sucede algo impresionante: Jesús… “levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.” El diccionario electrónico de la RAE define reprender como: “Corregir, amonestar a alguien vituperando o desaprobando lo que ha dicho o hecho” pero, ¿cómo se puede corregir al viento y desaprobar lo que hace? La respuesta está en los siguientes versos al inicio de Marcos 5: “Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo…” (Verso 2). Jesucristo iba a liberar a ese hombre y por eso encontró oposición. La palabra griega pneuma significa tanto viento como espíritu, de modo que Él estaba reprendiendo a un espíritu en el viento y luego también le habla al mar: “calla, enmudece,” y en el mismo orden primero cesó el viento y luego se hizo gran bonanza.

Pero lo que más me impresiona es que Jesús se molesta con sus discípulos, no porque lo despertaron sino porque estaban asustados, amedrentados, y perdían la fe. A ningún padre le gusta ver a sus hijos asustados (Hebreos 11:6) y por el contrario nos encanta verlos cuando se atreven a avanzar por más. Parece que a Jesús también. Hoy te invito a no dejarte amedrentar por el enemigo sino a ejercer fe. Él es nuestra roca y castillo, nuestro libertador y fortaleza, escudo y salvación, alto refugio (Salmos 18:2). Dios es real, no una ilusión. El hecho de que sea invisible a nuestros ojos no significa que no está vivo (2 Corintios 4:18). Él siempre ha estado a tu lado, y si haces un poquito de memoria verás que siempre te ha protegido y guardado. Él es fiel, misericordioso y un dulce Papá. Además es un guerrero valiente contra los que te quieren hacer daño. Ejerzamos fe en Aquel que nos amó desde antes de la fundación del mundo (Juan 17:24, Efesios 1:4, 1 Pedro 1:20) y quien no titubeó para ir a una violenta muerte de cruz para recuperarnos (Isaías 53:1-11). Confiemos solamente en Papá, el único verdaderamente poderoso como los discípulos bien pudieron constatar:

“Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?” Marcos 4:41

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