Hay eternidad dentro de ti… Parte 2
“Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.” Eclesiastés 3:11
El Libro de Génesis dice que Adán y Eva fueron creados a la imagen de Dios. Creo que una de las características divinas que más nos asemeja al Padre, es la semilla de eternidad que Él ha puesto en nuestros corazones. Al menos en el mundo natural terrestre, solo los seres humanos disponemos de esa capacidad pero, al igual que una semilla guardada en una bolsa o abandonada en una gaveta, aunque contiene vida adentro, no puede crecer. Con demasiada frecuencia nuestra eternidad se mantiene oculta, atrofiada, “no echa raíz,” pero eso no significa que no exista. La esencia está aún está allí, aguardando que la riegues y la saques a la luz del sol. Y allí esperará mientras tú vivas.
He conversado con personas cercanas a la muerte y ninguna de ellas estaba interesada en lo superficial ni material. Ninguna se consoló en los bienes que obtuvo o la marca del traje que alguna vez lució. Lo que anhelan es más tiempo; tiempo para amar, tiempo para darse y hacer cosas realmente importantes como un abrazo, un paseo en bicicleta o salir a pescar. ¿Existirá algo más relevante que dar y recibir amor? Estas personas anhelan haber tenido una vida más trascendente, relevante, un final lleno de satisfacción. Les duele mucho el tiempo perdido y darían cualquier cosa por recuperarlo. Parece que solo en ese momento nos percatamos de que nada hemos traído y nada nos llevaremos. Debemos sensibilizarnos a la voz de esa eternidad que Dios puso en cada corazón, sin excepción. Debemos escuchar la voz del Espíritu Santo mientras observamos los acontecimientos de cada día, para poder evaluarlos tras Su lente. No pierdas más tiempo distraído por los flashes, anhelando alimento donde no existe ni aliento donde no lo hay. Vive un día a la vez, enfocado en Cristo. Medita en cuánta bendición das, cuánto bien haces, cómo puedes ser mejor, cómo podrías dar más, y percibir así más de la gloria de Dios. Ya sal de la superficie, métete en lo profundo, sumérgete en Dios porque nada de lo que crees tener, te pertenece:
“porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar.” 1 Timoteo 6:7