La parte invisible de la Navidad

“Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.” Apocalipsis 12:4b

Una vez al año gran parte de la humanidad celebra la Natividad del Mesías (Navidad). Con motivo de ella vemos tiernas escenas de pesebres, pastorcitos y ángeles con caras de niños que cantan o tocan trompeta. Un gordito panzón y barbudo llena los estantes de tiendas y hogares, junto a una multitud de renos, arbolitos, luces y un famoso soldadito llamado Cascanueces. Y seguramente escuchamos uno de los hits musicales de todos los tiempos: “Noche de paz….”

Pero esa noche no tuvo nada de pacífica. Satanás quería destruir a toda costa a ese niño porque sabía lo que muchos aún ignoran: que Jesucristo es el Salvador del mundo, el Libertador, el Redentor. Sin embargo, a pesar del brutal ataque espiritual, el dragón no pudo vencer: “Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones [Jesús]; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono” (verso 5). ¿Cómo? No por magia sino porque “hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron” (versos 7,8b). La vida de Cristo fue una diaria batalla contra las fuerzas del mal aún antes de su nacimiento, cuando José y María hubieron de trasladarse de Nazaret a Judea para ser empadronados (Lucas 2:4), y cuando no hallaban posada para dar a luz (Lucas 2:7). Luego de Su nacimiento, Herodes también trató de matarlo (Mateo 2:13). Es que estaba naciendo Aquel que vino a “deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8b), que está sentado “sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra” (Efesios 1:21) y en quien “habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad.” Debemos entender que esa noche fue de batalla, una violenta guerra “contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12), y que esa batalla aún no se ha terminado. La Navidad no es tiempo de regalos ni banquetes sino de intercesión. Jesús ya venció pero cada uno de nosotros debe tomar autoridad, en Su Nombre:

“… ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.” Apocalipsis 12:12b

Los comentarios están cerrados.

A %d blogueros les gusta esto: