Hora de mengüar…

“Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.” Juan 3:30

Los discípulos del ya famoso Juan el Bautista estaban preocupados porque sus seguidores estaban abandonando a su líder para seguir a ese tal Jesús. Pero la respuesta de este fiel hombre es hermosa: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.” No olvidemos que Juan era “grande delante de Dios” (no solo delante de los hombres) y que estaba “lleno del espíritu Santo desde el vientre de su madre.” (Lucas 1:15). Y si esto fuera poco, Jesús dijo que “entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista.” (Mateo 11:11). Pero a pesar de su grandeza delante de Dios, Juan sabe cual es su lugar y su función: anunciar la venida de Jesús según lo indicado por el profeta: “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí…” (Malaquías 3:1)

En estos días navideños donde el mundo se llena de estrés y deudas; donde los bonos de fin de año son malgastados en vanidad y en competir con el vecino, ¿qué te parece si te enfocas en Cristo y te dices: es necesario que Él crezca y yo mengüe? No hay mejor tiempo que la Navidad para reconocer nuestra pequeñez y Su grandeza. El Rey de reyes y Señor de Señores nace en un maloliente pesebre lleno de animales porque no hay una posada decente para Él. Ese maravilloso ser que “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres,” (Filipenses 2:6-7) viene al mundo y es ignorado. ¿Qué te parece si seguimos el ejemplo del Bautista y tomamos este tiempo para exaltar a Aquel del cual no somos dignos de “desatar la correa de su calzado” (Juan 1:27)? Hoy, mientras te vistes elegantemente o decoras tu casa, Jesucristo aguarda ser invitado para sanar y embellecer también tu alma. Él está a la puerta de tu corazón y te llama para cenar contigo (Apocalipsis 3:20), ¡no le hagas esperar más! Él te invita a comer también del pan de Su Palabra y beber el agua y el vino de Su Espíritu Santo. No hay mejores alimentos. Seamos humildes, reconozcamos como David que “no hay bien para nosotros fuera de Él,” (Salmos 16:2b) y entendamos que no es por nuestra virtud sino por Su amor:

“Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo.” Juan 3:27

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