Alto, Sublime y… Humilde

“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.” Isaías 57:15

Cada vez que leo esta cita siento vergüenza por las veces que he juzgado a alguien o cuando me he jactado de algo. Bajo ciertas circunstancias somos probados y nos volvemos tan preocupados por lo que piensen de nosotros, por ser tratados como nos corresponde, porque nos respeten, nos admiren y nos den nuestro “lugar.” Tú y yo, que sabemos que “somos polvo” (Salmos 103:14) y que estamos conscientes de que cualquiera que sea nuestro éxito o gloria, pasará como “la flor de la hierba” (1 Pedro 1:24), aun así muchas veces sufrimos afanados por el “que dirán,” y a pesar de nuestros defectos y bajezas, creemos merecer muchas cosas, queremos poseer muchas cosas, y por ende perseguimos muchas cosas, llevando a veces vidas simplemente miserables. Hablamos palabras grandilocuentes; cuidamos la fachada olvidando la sustancia, centrados en nosotros, en nuestros sueños, en nuestras necesidades, en nuestra justicia, en nuestros derechos…

Sin embargo existe Uno que es Alto y Sublime, que habita la Eternidad y cuyo nombre es el Santo, pero que nunca jamás se jacta, no murmura, no critica. Ese que conoce cada uno de los secretos de nuestro corazón, no nos degrada sino que nos motiva. Ese que habita “en la altura y en la santidad,” el único digno de los Cielos, no se preocupa porque le demos Su lugar sino que desde antes de que naciéramos, Él tomó el nuestro. Aunque Su gloria permanece desde antes de la fundación del mundo y nunca pasará, Él no se jacta sino que es humilde. Él habita físicamente, en la forma del Espíritu Santo, en el que es quebrantado y humilde, para amarlo y para hacer vivir su espíritu y vivificar su corazón. John Eldregde compara lo que hizo Jesús al descender de los Cielos y hacerse un simple hombre con alguien que, por rescatar la vida marina, se convierta en pez. Así de grande fue la democión voluntaria que sufrió nuestro Redentor, el cual…

“… siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;” Filipenses 2:6-7

2 comentarios
  1. Gabriel Conde Suez dijo:

    Muy bueno y muy cierto

    Date: Thu, 7 Feb 2013 18:07:19 +0000 To: condesuez@hotmail.com

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