El placer de la oración – parte 1
“Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” Mateo 6: 6
Del mismo modo que el médico nos da instrucciones como hacer algo “con cada comida, al acostarnos o antes de ir al baño” (porque todos comemos, dormimos y vamos al baño), asimismo Jesús nos dice: “cuando ores,” dando por sentado que es algo que hacemos diariamente. No se puede ser cristiano sin orar. La comunicación y compartir tiempo son elementos esenciales de toda relación, incluida la tuya con el Espíritu Santo. Es bueno ir a la iglesia, ayudar al necesitado, ir a la reunión del grupo y agradecer a Dios antes comer, pero nada de eso sustituye a la oración. (Por cierto, leer la Biblia es una forma de oración).
Pero desafortunadamente para muchos, la sola idea de disfrutar de la compañía y comunión con el Ser más maravilloso que existe, nuestro Creador y Salvador, es aburrida y más una carga que un placer. ¿Como podemos pensar que eso agrada a Dios? Pienso que la razón es que la religión nos “castiga” enviándonos a pagar una “penitencia” con Dios cuando erramos, como la mamá que le dice al hijo que se porta mal: “espera que venga papá para que te las veas con él.” Pero un buen papá quiere mucho más que corregir a sus hijos; a mí es la parte que menos me gusta de mi relación con los míos. Pero lo que si me gusta es pasar tiempo juntos, escuchar sus sueños y cultivarlos; abrazarlos, verlos sanos, verlos crecer, darles lo mejor de mi, y protegerlos. También disfruto sobremanera el compartir individualmente con mi esposa o alguno de mis tres hijos. Me deleita la manera como me abren su corazón y puedo sembrar en ellos semillas de luz, de paz, de autoestima, amor y valor. Al igual que en la vida marital, Dios quiere tener historias secretas de alcoba contigo. Él tiene un lenguaje que es solo para ti, sueños que solo tú y Él entienden, sorpresas solo tuyas, regalos indescriptibles a la medida de tu alma. Él creó tu corazón para saciarlo de bien y va a restaurarte, transformarte, cultivarte, consolarte, hacerte inmensamente feliz, pero necesita tiempo a solas contigo, que lo busques y anheles, en lo secreto:
“Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela…” Salmos 63:1a