El placer de la oración – parte 2

“¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.” Salmos 19:12

La mayoría de los creyentes pasa buena parte de su tiempo de oración pidiéndole a Dios lo que cree necesitar, aunque Jesús dice que nuestro Padre celestial conoce nuestras necesidades antes de que se las pidamos (Mateo 6:8b). Por otro lado duele cuando vemos personas que han sido creyentes por años y no han sido renovados sino que siguen hablando igual, cometiendo los mismos errores, mostrando el mismo mal carácter, las mismas mañas, incapaces de ver sus propios conflictos internos. Su oportunidad yace en la forma como oran. Por eso Jesús advierte respecto a no orar con “repeticiones ni vana palabrería” (verso 7). ¿Te relacionarías con alguien que siempre te repite las mismas palabras, solamente te pide y te pide, y jamás se interesa en escucharte? Sería desesperante una amistad así, ¿cierto? ¡No hagamos lo mismo con Dios!

El tiempo de oración debe ser el más provechoso del día. Si te dieran unos minutos para hablar con el presidente de tu país, ¿los “exprimirías” o despreciarías? Reunirte a diario con Dios tiene que transformarte, restaurarte, fortalecerte. Cuando Moisés regresó del monte Sinaí tuvo que cubrir con un velo su rostro porque resplandecía después de estar con Dios (Éxodo 34:35). Es imposible compartir tiempo de calidad cada día con Aquel que creó al universo y a ti, sin ser renovado. Hoy, antes de orar por otros, ora por ti. Medita bien si no hay orgullo oculto en tu corazón. Quizás tus oraciones se han centrado en tus planes y no los Suyos, y sin quererlo juegas a ser Dios. Pídele al Padre que te transforme. Ábrele sinceramente las puertas de tu corazón. Como David, pídele que te muestre tus errores y te libre de ellos, que traiga a tu mente los paradigmas limitantes que te obstaculizan, qué te impiden ver más allá e ir por más. Necesitarás valor y humildad porque Dios va a tratar contigo; Él no podará tus ramas sino que irá directo a la raíz, pero puedes confiar en Él porque te ama. Deja al Espíritu hablarte y orar por ti. Tú no sabes lo que te conviene pero Él si:

“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.” Romanos 8:26

2 comentarios
  1. Que brutal, me parecio q me lo estabas diciendo…….palabras con fuerza, y hay q tener verdadera humildad para aceptar q sí hay orgullo en nuestro corazon, y como cuesta dejarlo ir, pedirle a Dios q transforme nuestras vidas continuamente, q nos de conocimiento para poder ver su gloria y su proposito en nosotros.

    Me gusta

    • me encanta lo de brutal 🙂 Es difícil reconocer que tenemos orgullo pero es el primer paso para empezar a reducirlo…

      Me gusta

A %d blogueros les gusta esto: