Jesús y la samaritana
“y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.” Juan 4:42
Una vez más Jesús hacía algo inusual. Aunque los judíos no le hablaban a los samaritanos por considerarlos inferiores, y mucho peor si era mujer, el Maestro se acercó a una samaritana quien llevaba una vida un poco desordenada. Había tenido 5 maridos y ahora vivía con uno que no lo era. Sin embargo Jesús no la juzgó ni la humilló sino que le dijo “llama a tu marido,” a pesar de que sabía que no estaba casada, pero lo hizo para no herirla. Luego de solo unas pocas frases, ella descubrió que solo en Él podría conseguir lo que tanto había buscado en esos hombres: un amor genuino, sin querer sacar ventaja de ella. La transformación fue inmediata. Y esta mujer, con ese corazón generoso para compartir, llamó inmediatamente a los hombres (quizás las mujeres no le hablaban por su conducta) y, ¿sabes qué pasó? “… muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer.”
Esta mujer recuperó su autoestima y dignidad con un toque de Jesús, y con su sencillo Evangelio logró que muchos la siguieran. ¿No es increíble Jesús? Con un simple toque de Su gracia, solo un toque de Su amor reafirmándole quién era ella realmente, unos pocos minutos con el Maestro, y toda la ciudad Le fue entregada. ¿Cómo? Porque sus corazones eran sencillos, sin religiosidad, sin paradigmas. Ellos le rogaban a Jesús que se quedase, y en dos días entendieron más al Señor que los fariseos religiosos que conocían la Palabra de memoria. Sácate la religiosidad de la cabeza; las rutinas, las costumbres y las oraciones repetidas. Él Señor quiere corazones sencillos que lo reciban sinceramente. Tus virtudes no lo impresionan sino un corazón moldeable, renovable, de discípulo. No te confíes en tu religión ni en tus tradiciones, mucho menos te permitas desarrollar la peor de las pestes: orgullo espiritual. No te compares, no juzgues según tu propia opinión. Por eso Jesús advirtió a los religiosos que creían tener ganado el cielo gracias a sus virtudes:
“De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios.” Mateo 12:31b