Escoge a Dios, siempre…
“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia;” Deuteronomio 30:19
En los tiempos de la Biblia se requería el testimonio de dos o más testigos para acusar a alguien (Ver Mateo 18:16, 2 Corintios 13:11) por eso acá Dios, en Su absoluta fidelidad a Su propia Palabra, nos presenta un par de testigos poco comunes: los cielos y la tierra; y los usa para confrontarnos con una verdad irrefutable: no importa cuan confusas sean las circunstancias ni difíciles los retos, los seres humanos siempre tenemos dos opciones, dos posibilidades para escoger: Dios o no Dios. En cada circunstancia Él pone delante de nosotros “la vida y la muerte, la bendición y la maldición,” el bien y el mal, lo recto y lo torcido, lo constructivo y lo destructivo, lo digno y lo indigno, lo alto y lo vil, la verdad y la mentira… Nosotros escogemos, no Él y, querámoslo o no, creámoslo o no, cada una de esas decisiones trae consigo consecuencias específicas. Muchas personas piensan que pueden decidir mal y vivir bien, sembrar dolor y cosechar alegría, construyendo su felicidad sobre la desgracia de otros, pero no es posible. Solo si escoges la vida, vivirás “tú y tu descendencia.” Si escoges mal no culpes a Dios por el resultado de tus propias decisiones.
Dios grabó en nuestra conciencia Su moral y la convicción de Su existencia: “Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jeremías 31:33); pero nos hemos vueltos rebeldes, creyéndonos autosuficientes, decidiendo según nuestra “propia prudencia” (Proverbios 3:5). Hoy Dios nos invita a escogerlo a Él, a hacer Su voluntad, a buscar Su guía. En la película Sra. Doubtfire, Robin Williams, disfrazado de nana, observa sin aliento como su hija menor salta en los brazos del galán que al parecer no solo corteja a su ex-esposa sino también a sus hijos. ¡Que desesperante! No soportaría que mis hijos llamaran papi a otro hombre… sin embargo reiteradamente lo hacemos con Dios: decimos ser Sus hijos pero al menor reto, saltamos en los brazos de otros dioses: placer, status, zona de confort, poder, dinero, aceptación, y hasta el “que dirán”. Pero escrito está:
“No tendrás dioses ajenos delante de mí.” Éxodo 20:3