El principio de autoridad – parte 1
“Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.” Lucas 7:8
Este centurión militar quería que Jesús sanara a su siervo y, a pesar de ser probablemente politeísta, entendía un principio clave: “La autoridad solo es conferida por una autoridad mayor a quien, el que la recibe, está sujeto.” Él comprendía que la razón por la que sus soldados le obedecían comenzaba con que él mismo estaba “puesto bajo autoridad.” Todo buen líder es buen seguidor. Este hombre sabía que si Jesús le decía: “vete” a la enfermedad de su siervo, el mal se iría; aunque no se acercara ni lo tocara. Y ese poder de Jesús venía a su vez de Su absoluta sujeción a la voluntad del Padre: “…nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.…” Juan 8:28b. Una de las razones por las que vemos tanta corrupción en el mundo es porque la autoridad que muchos ejercen no es genuina sino ficticia, no viene de arriba (Juan 8:23) sino es una ilusión temporal que, en su momento, se desplomará. He conocido jóvenes que anhelan poder con el único fin de explotar egoístamente sus beneficios. Pero mientras más alto es el escalón, mas debemos inclinarnos para alcanzarlo, o perderemos el equilibrio y, mientras más arriba, más grande la caída…
Jesucristo dijo: “el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor” (Mateo 20:26). ¿Quieres autoridad? ¿Para qué? ¿Sabes por qué los enfermos se sanaban solo al estar bajo la sombra de Pablo? En una oportunidad tuvo que confrontar a todo el poder religioso (Sanedrín) y cuando comenzó a hablar, alguien dio orden de que lo abofetearan. El apóstol le confrontó valientemente hasta que supo que ese hombre era el sumo sacerdote. ¿Su reacción? “No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo.” (Hechos 1:5). Se sujetó a la autoridad de la Palabra e ignoró la injusticia. Eso es carácter. No anheles autoridad que no sea genuina. No utilices el poder que Dios te otorga para tus fines, esa potestad no es tuya. Él te la confía y te prueba. Solo cuando puedas recibir más Él te lo dará…
“Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo.” Juan 3: 27