El principio de autoridad – parte 2
“Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.” Hechos 8:18-19
Simón era un mago que con sus hechizos impactaba a sus seguidores, y así conseguía admiración y dinero. Y cuando vio como los discípulos, mediante la imposición de las manos, impartían el poder del Espíritu Santo, inmediatamente ofreció comprárselos. El poder ilegítimo atrae a muchos pero es una trampa, parece genuino pero es ilusorio, y los que lo detentan parecen fuertes, pero son muy débiles. Dios les presta y ellos se creen dueños, los promueve y se creen amos, les provee y se creen autosuficientes. Cuando ejercemos autoridad ilegítima, voluntaria o involuntariamente nos sujetamos a una potestad diferente a la de Dios, y damos luz a la hechicería: el deseo de dominar a otros según nuestro deseo, uso y abuso. Por eso Pablo dice que con Cristo nos convertimos “de las tinieblas a la luz” (Hechos 26:18) y hemos sido “…librados de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:13).
Los intercesores, por su parte, están llenos de poder legítimo. Ellas y ellos pueden pasar horas, de día o de madrugada, de rodillas o con sus brazos en alto, gimiendo y clamándole a Dios por otros quienes generalmente no lo saben, o bien por personas a quienes no conocen (incluidas naciones lejanas y generaciones que aún no nacen) y si, por aquellos quienes los maldicen y se proclaman sus enemigos. Estos amados del Padre se interponen delante de Dios y a favor de los hombres (Ezequiel 22:30), confrontando al enemigo en el Nombre de Jesús. Son muy escasos porque el mayor anhelo de sus corazones es: “Venga tu Reino, y que se haga Tu voluntad en la tierra como en el Cielo,” (Mateo 6:9). No son de este mundo (Juan 17:16). Dios, a través de ellos, cambia el curso de la historia y el rumbo de muchas vidas. Son héroes silenciosos que atesoran la voluntad de Dios y combaten a diario por la luz de la humanidad, con un corazón recto:
Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios.” Hechos 8:20-21