Diseñados para el bien
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras,…” Efesios 2:10a
Debido a nuestra mudanza estamos regalando ropa usada en buen estado. A pesar de tener un vestuario pequeño me sorprendió comprobar que últimamente he usado aproximadamente solo una pieza por cada tres disponibles. Primero pensé guardar algunas que había olvidado que tenía. Luego razoné que debía quedarme al menos con la de invierno, pero entonces recordé que mi madre fue velada con uno de los tres vestidos que le regalé muchos meses antes y que nunca usó mientras vivía. Si Dios, el dueño de todo, me dio esas prendas en el pasado para mi uso, me las volverá a dar cuando las vuelva a necesitar. Él es mi pastor y nada me faltará (Salmo 23). Aferrarme a una prenda no debe impedirme hacer el bien a quienes necesitan de mi ayuda ahora, hoy, no mañana. A medida que empecé a clasificar las prendas en diferentes y grandes bolsas comencé a sentir un gozo inusual. Podía imaginar a los futuros usuarios de mi ropa midiéndosela y valorándola, y me sentí bien, muy bien. Dios nos diseñó para dar, para bendecir, facilitar, servir, para motivar y consolar…
Vivimos muy apegados a mucho que no necesitamos, y despegados de lo poco que si. Nuestras prioridades están invertidas. Cuando Marta, muy afanada y turbada le reclamó a Jesús que su hermana María no la ayudaba con los quehaceres, el Maestro le aclaró que “solo una cosa es necesaria” (Lucas 10:38-42). Fuimos creados para dar, “para buenas obras.” En tu genética espiritual Él puso el gen de hacer el bien y de ayudar, como podemos observar aún en niños. Necesitamos darnos a otros, bendecir a otros. Somos más felices cuando nos salimos de esa pequeña burbuja que solo dice yo, yo y yo. Cuando el mundo te diga que tú eres más importante que todos los demás, y que todo lo demás; que tú lo mereces todo, y afirme que la palabra “sacrificio” es una herejía y la palabra “servir,” una muestra de debilidad, recuerda que en el ego hay una trampa porque que vivir centrado en ti parece astuto pero causa entropía, te debilita, te envejece. Es mejor dar que recibir (Hechos 20:35) y Salomón nos recuerda:
«A Jehová presta el que da al pobre, Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.” Proverbios 19:17.