Veracidad, veracidad, veracidad…

“Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.” Mateo 5:37

Jesús le está hablando a los que juran, prometen y se comprometen (porque en medio de la adversidad estamos más dispuestos al cambio) pero luego no cumplen. He conocido hombres que debido a graves problemas financieros asisten a todos los servicios de la Iglesia, a varios grupos en casa, a la reunión de intercesión, a los retiros y leen la Biblia a diario, clamándole sinceramente a Dios por un empleo pero que, una vez obtienen aquello que tanto le pidieron, no regresan a la Iglesia porque ahora no tienen tiempo. Hasta el diezmo que daban con gozo cuando recibían centavos ahora les duele darlo porque el cheque es mayor, ¿cómo es eso posible? Muchas parejas se hacen promesas y juramentos frente al altar pero a la primera dificultad en el matrimonio, echan a los cerdos todo su pacto. Y lo mismo sucede entre amigos, padres con hijos e hijos con padres. En el momento de la emoción se comprometen, les cuesta decir que no, para luego defraudar a los que confiaron en esa promesa, en su palabra…

Jesús que conoce nuestros corazones nos dice que no hablemos más de lo que es verdadero, y que basta con un si cuando es si, y con un no cuando es no, y advierte: “más de esto, de mal procede.” No vuelvas a jurarles a tus familiares, en  medio del remordimiento de la resaca, que nunca más beberás si no vas a cumplirlo. No digas frente al altar: “hasta que la muerte nos separe” si quieres decir: “mientras todo sea fácil.” No le prometas a tu hijo llevarlo a su próximo juego si no puedes comprender a esa almita que tanto te admira a pesar de tus defectos. La humanidad necesita veracidad; hombres y mujeres de palabra que cumplan lo que prometen, que honren sus compromisos y digan si cuando es si y no cuando es no. Necesitamos gente así. ¿Qué hay en tu corazón que no te permite ser veraz? Jesús dice que “de la abundancia del corazón habla la boca.” Mateo 12:34. Si cotidianamente mientes, hablas y opinas sin pensar, arrepiéntete y comienza a sopesar tanto tus palabras como el corazón de quien las oye…

“Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.” Mateo 12:36-37

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