Tanto arriba como abajo

“¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.” Salmos 73:25

A todo lo largo de las Escrituras se nos muestra la completa interconexión entre lo espiritual y lo natural. David vive en la tierra pero tiene a Dios en los Cielos, y el hecho de tenerlo a Él en lo espiritual lo satisface tanto que: “fuera de Él no desea nada en la tierra.” Lo espiritual prevalece sobre lo natural. Cuando estás lleno de Dios, lo terrenal te perturba menos. No se trata de escoger la pobreza. David poseía abundantes riquezas pero, a diferencia de lo que pasa con la mayoría de nosotros, éstas no lo poseían a él. Él disfrutaba al máximo de todas las múltiples bendiciones que recibía, estando plena y diariamente consciente de Quien se las proveía (Salmos 16:1a), de modo que no se apegaba a ellas sino a Aquel que se las otorgaba. El bien en la vida de David provenía de su íntima relación con Dios, y el bienestar económico era solo una de las múltiples buenas consecuencias de amar profundamente a un Padre generoso, de convivir a diario con Él…

Personalmente me encanta ver el agua correr, no la estancada; escuchar a las aves en los árboles, no en jaulas; disfrutar del tiempo, no tratar de atraparlo. Dios te bendice con vida y bienestar para que los disfrutes y bendigas a otros, no para que te apegues a Sus regalos. En el día nublado buscamos al sol, no atrapar al rayito de luz mientras pasa, porque se va muy rápido…. pero el Sol permanece. La mayor de todas las bendiciones que Dios quiere darte es a Si mismo. Nada mayor que Él que lo contiene todo y que te ama tanto que entregó Su vida para tener la tuya “en los Cielos y en la tierra,” en lo espiritual y lo material. Él quiere darte más, mucho más. Su Gracia es multiforme y Su bien fluye abundante y constantemente sobre los que sinceramente Le anhelan y Le honran. La pregunta es: ¿amas a Dios o solo persigues Sus regalos? Con frecuencia perseguimos desesperadamente lo terrenal (acumulación de objetos, joyas y juguetes) porque nos valida externamente pero, después de todo, nada nos pertenece, todo es prestado. Jesucristo pagó con toda Su sangre todo el precio de todas tus deudas, sin faltar ninguna. ¿Cómo puedes poseer algo si tú mismo no eres tuyo? Disfruta del bien de Dios sin aferrarte. ¡Aférrate a Dios!

“Está mi alma apegada a ti; Tu diestra me ha sostenido.” Salmos 63:8

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