Verdadera prosperidad
“Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.” Salmos 91:14
Dios manifiesta acá dos deseos de Su corazón para nosotros: 1) librarnos y 2) ponernos en alto, y establece asimismo la condición necesaria para alcanzar a cada uno. Primeramente, que pongamos en Él nuestro amor. ¿Sabías que tú decides donde pones tu amor? Jesús dice “donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21), de modo que tus sentimientos y atención gravitan alrededor de lo que valoras y amas. Si piensas en las relaciones que atesoras, es probable que se mantengan a través del contacto frecuente, compartiendo intimidades y consejos porque cada uno tiene inherencia en el otro, y aprecia su opinión. No es diferente con el Espíritu Santo. ¿Te importa lo que Dios piensa de ti según Su Palabra? ¿Tomas tiempo para estar a solas con Él? ¿Lo llamas con frecuencia para saber cómo está y que quiere hacer en ti y en el mundo? Si tu respuesta es si, entonces has puesto en Él tu amor…
La segunda condición es conocer Su nombre. La palabra que se traduce como “conocer” en la Biblia indica una comunión mucho más estrecha que saber el teléfono de alguien: “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió” (Génesis 4:1). Es conocimiento íntimo. No conociste a tu cónyuge repitiéndole rezos ni visualizándole sino compartiendo juntos, abriéndole tu corazón y estando atento al suyo. Por eso te las ingeniabas para estar a solas, para hablarle, tocarle, besarle. Pues de un modo similar conoces a Dios: compartiendo con Él; conociéndolo como Padre, y descubriéndote a ti mismo como Su hijo, experimentando Su Presencia. El “nombre” en cambio, se refiere a la reputación, a la fama. Una cosa es creer que Dios puede hacer milagros y otra cosa es conocer Su poder porque ya lo has experimentado. Una cosa es pensar que Dios es bueno y otra conocer, en lo más profundo de tu ser, que te ama profundamente, que eres Su tesoro especial (Éxodo 19:5) y que Sus planes son siempre de bien y paz para ti (Jeremías 29:11). Jesús te ama tanto que se entregó por ti. Él quiere librarte y ponerte en alto, sanarte y prosperarte en todo:
“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” 3 Juan 1:2