Hijos amados – parte 2

“y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.” Lucas 3:22

Pablo afirma que somos coherederos con Cristo (Efesios 3:6), lo que quiere decir que Jesús comparte la herencia del Padre con nosotros. Pero para eso debes entender quien eres, no según tu conducta sino según la Gracia de Dios. Urge que comprendas que el amor de Dios no es algo que te ganas sino que ya Él te entregó. ¿Empezaste a amar a tu bebita cuando empezó a hablar o a caminar? Por supuesto que no, la amabas desde que estaba en el vientre de tu mujer. Dios es Padre también. Él entregó a Jesús en una cruz veinte siglos antes de que tú nacieras por amor a ti y a mí. ¿Por qué pagas una costosa medicina cuando tu hijo está enfermo? Porque valoras más su salud que tu dinero. ¿Por qué el Padre enviaría a Su Hijo amado a morir por nosotros? Porque nos valoró más, y no había otra opción. No resistió la idea de dejarnos en tinieblas y escogió el sacrificio así que recíbelo: Dios te ama. Déjalo revelarse a ti. Esa es la verdad, por lo que puedes decirle: “Yo soy tu hijo amado en quien tienes complacencia.”

Ahora bien, ¿quién posee a quién? ¿El padre al hijo o viceversa? La así llamada Oración Dominical comienza declarando “Padre nuestro” así que, Él también nos pertenece. Yo hablo de “mis” hijos pero ellos hablan de “su” papi. ¿No es hermoso? Aunque los padres aman a sus hijos antes, estos, al conocerlos y crecer juntos, comienzan a amarlos también. Con el tiempo pasan del “te amo porque te necesito” al “te necesito porque te amo,” de modo que nosotros también podemos invertir esta oración, cambiar el foco de nosotros a Él y decirle: “Tú eres mi Padre amado en quien tengo complacencia,” porque Él también es tuyo. Tú eres dueño de una fracción de Dios, pero una fracción de Él es infinita. Urge que pases tiempo con Dios para que te convenzas de quien eres, y ya no te sacudan las etiquetas del: “si fueras…” pero para eso necesitas una relación con Él, no una religión. Tiene que ser real, no se puede pretender. Ámalo con toda tu mente y tu corazón porque la religión no te hace hijo sino esclavo, pero Su Gracia si:

“Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.” Jeremías 29:12-13

Los comentarios están cerrados.

A %d blogueros les gusta esto: