Hijos amados – parte 3

“y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.” Lucas 3:22

Si Jesús necesitó Palabras de validación del Padre, y si tú y yo todavía las anhelamos (aunque tratemos de disimular nuestra vulnerabilidad), ¿no crees que tus hijos necesitarán escucharlas también? No tengas la menor duda de que el diablo intentará lesionar también sus identidades: “Si realmente fueras…” Tratará de ponerles etiquetas que los limiten y degraden, para que se enfoquen en sus defectos e ignoren sus propias virtudes, queriendo llenar un molde con el estereotipo del mundo, para merecer aprobación. Muchos tratarán de etiquetarlos para que el poder de Dios en ellos permanezca adormecido y, si ellos no saben quienes son realmente, cualquiera etiqueta los distraerá. Por eso es tan urgente que ellos se sepan amados, por ti. Sus almas desfallecen sin tus palabras de validación, de confirmación, y bendición. No es opcional, la necesitan. Tenemos la responsabilidad de enseñarles quienes son realmente.

Te invito a bendecir a cada uno de tus hijos al estilo del Padre. En cualquier momento del día y sin razón alguna (no porque trajo buenas notas o metió un gol), tenga tres o treinta años, pon tus manos sobre sus hombros, mírale fijamente a sus ojos y dile: “Tú eres mi hijo (o hija) amado en quien me complazco y me deleito. Tú alegras mi vida. Soy tan feliz de ser tu papá y tenerte cada día.  Doy gracias a Dios cada por haberte enviado a mi familia, por el privilegio de tenerte como mi hijo.” Todos necesitamos la validación de papá u otra figura paterna. Mis hijos la oyen a diario porque es imperativo que lo sepan para que el mundo no los haga tambalear con “si tú fueras…” Tus hijos necesitan entender que tú los amas con todo tu ser no por lo que logran sino por lo que ya son. Que tu gigantesco amor no está condicionado a su conducta ni a su desempeño. No uses el reconocimiento para manipularlos a costa de su autoestima. Motívalos pero no lesiones su valor propio. Inspíralos pero no a través de la comparación. Valídalos, no los lesiones. Esto urge más que su vestido y educación.

“He aquí, herencia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre.” Salmos 127:3

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