De la manada, no de la corriente

“No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.” Lucas 12:32

A muchas personas, incluidos los creyentes, les disgusta toda comparación con “el rebaño” porque asocian esta descripción con falta de individualidad, mediocridad o dejarse llevar por la corriente. Pero en la Biblia está escrito que Dios conoce a Sus ovejas por nombre (Juan 10:3) lo cual quiere decir que cada uno de nosotros es una creación única. Cuando alguien tiene ovejas, marca a cada una con sus iniciales para advertir a todos que tienen dueño. Si alguna desaparece, el dueño la busca hasta hallarla y ya sea que  ella se extravió o fue robada, la regresará a su rebaño. Nosotros, en el instante en el que sinceramente aceptamos a Cristo como nuestro único Señor y Salvador, somos sellados con el Espíritu Santo (Efesios 1:13, 4:30) de modo que cuando el enemigo te rodea para atacarte, ve Su sello en ti y sabe que no estás solo, y que si te perturba tendrá que vérselas con tu dueño. Por eso huirá. Y cuando intenta robar tu paz y tus sueños, el Espíritu lo confronta y le advierte: “No le tocas porque es de mi manada, es mío, ¡apártate!” (1 Juan 5:18).

Esta cita también nos enseña que Dios nos da Su Reino con alegría. Él se regocija cuando tú te emocionas por Sus bendiciones. Le place hacerte parte de esa manada y darte, desde ya, la vida eterna. Desafortunadamente la mayoría intenta ganarse la salvación. En las religiones del mundo, creadas todas por el hombre, los seres humanos buscan esforzarse, sacrificarse y mejorar su moral para así alcanzar la vida eterna, pero nadie es digno de semejante bendición. Por eso Dios (no una religión) envió a Su Hijo a pagar el precio de tus deudas y las mías con Su sangre. Canceló nuestro balance y nos redimió, por eso es nuestro Redentor. No trates de ser perfecto para buscar a Dios; búscalo para que te guíe y perfeccione (1 Pedro 5:10). No son tus méritos los que te llevan al Cielo, es Su sello en ti, si lo dejas entrar. Enfócate en Su Gracia, no en tu conducta. No se trata de tu dignidad sino de la Suya pero debes ser humilde para aceptar tan grande regalo. No busques sacrificarte porque nadie puede salvar su propia alma. Ya Él se sacrificó por la tuya. Solo asegúrate de recibirlo. No lo desprecies…

“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Mateo 16:26

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