Venezuela: la raíz del problema – cápsula 3
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Efesios 6:12
La Biblia confirma claramente la existencia de poderes espirituales malignos. Pablo acá los describe como nuestros enemigos (porque tenemos lucha), son invisibles y no son humanos (sangre ni carne), tienen jerarquías (potestades, principados) y ejércitos (huestes de maldad), y habitan en la atmósfera (regiones celestes; por eso cuando viajas puedes percibir las diferentes “coberturas” según la región o país).
Aunque el poder del mal es grande, es limitado. El de Jesús, no. Cuando Cristo vino a la tierra lo venció: “y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” Colosenses 2:15. A la final todo se reduce a una batalla de poderes y de acuerdo con el libre albedrío que Dios otorgó a la humanidad, tú escoges. “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia…” Deuteronomio 30:19
La última vez que estuve en Caracas vi a una mujer vestida de blanco caminando en el centro de la ciudad con la dignidad de una Miss Venezuela, y luego me enteré que era una aspirante a santera (espiritista “blanca”, hechicera) que debe vestirse así por un año como parte de su preparación. La gente a su alrededor parecía intimidada y sin duda la respetaban. Sin embargo, si un pastor cristiano se viste elegantemente para predicar o maneja un buen auto, es criticado y deshonrado. El orden espiritual está invertido y no se respeta la jerarquía establecida por Dios. Eso le da poder a satanás. Vuélvete a Cristo, el único que puede librarte de las ataduras que satanás te ha puesto, y sanar nuestra tierra: “si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.” 2 Crónicas 7:14