Venezuela: la raíz del problema – cápsula 4
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” Génesis 1:27-28
Imagina que hoy transfieres todas las acciones de tu empresa a tus hijos, con la esperanza de que lleven a la compañía que fundaste a un nuevo nivel. ¿Qué puedes hacer si luego de un tiempo ellos comienzan a guiarla en cambio a la bancarrota, desperdiciando sus activos y destruyendo su reputación? Yo te responderé lo que puedes hacer: ¡Nada! No puedes hacer nada porque legalmente les pertenece. De hecho, si insistes en hablar con ellos en sus oficinas, ellos pueden llamar a seguridad y sacarte de sus instalaciones. No importa si te suena absurdo pero a muchos les ha pasado, y es exactamente lo que hemos hecho con Dios.
Del mismo modo que tus sabios consejos y experiencia como fundador serán muy valiosos para la empresa si tus hijos te escuchan, y completamente inútiles si ellos no lo hacen, somos nosotros los que decidimos si atendemos o no a la Palabra (consejo) de nuestro Creador. Son muchos los que afirman: “Si Dios existiera no pasarían estas cosas” pero la verdad es que tú no puedes esperar que Dios atienda tu clamor cuando eres tú quien le da la espalda. ¿Obra siempre Dios adonde se le necesita? Si así fuera, no habría guerras, desastres naturales ni pobreza extrema. Todos lo necesitamos pero Él no es el bombero desconocido a quien llamas en emergencias. Él es Dios y actúa donde se le cree y se le honra. Si lo deshonras es porque no le crees. A veces veo a la humanidad como a un adolescente rebelde y malcriado que siempre desobedece a su padre pero que lo llama a gritos y espera inmediata atención cuando sus decisiones son desacertadas. Es tiempo de madurar. Hónralo como a Dios. Él es el Rey.
“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios,” Romanos 1:21-22