Venezuela: la raíz del problema – cápsula 5

“Sus príncipes en medio de ella son como lobos que arrebatan presa, derramando sangre, para destruir las almas, para obtener ganancias injustas… El pueblo de la tierra usaba de opresión y cometía robo, al afligido y menesteroso hacía violencia, y al extranjero oprimía sin derecho.” (Ezequiel 22:27,29). El profeta está narrando tiempos turbulentos, llenos de abuso, inseguridad e injusticia pero Dios no intervino, ¿por qué?

En la capsula anterior se mencionó que la entrega del planeta al hombre (representado en Adán) fue un acto de transferencia legal. El ser humano es la máxima creación conocida en la tierra y desde el comienzo de los tiempos recibió la orden de señorear y gobernar la creación: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1:28). El problema es que Dios no puede intervenir en la tierra si los seres humanos no se lo permiten. En una oportunidad Jesús regresó a su tierra y fue deshonrado por aquellos que lo conocían desde pequeño quienes decían: “¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón?… Y se escandalizaban de él.” ¿Sabes lo que eso causó? Jesucristo “no pudo hacer allí ningún milagro” y “estaba asombrado de la incredulidad de ellos.” (Marcos 6: 4, 5, 6). En otras palabras, el mismísimo Hijo de Dios imposibilitado por la falta de fe y honra.

Si queremos ver la mano de Dios interviniendo en nuestras vidas y en nuestro país, debemos invocarlo, clamar a Él, creyendo que recibiremos y honrándolo según se describe en Su Palabra. Él no atiende quejas y acusaciones sino que se manifiesta donde se le cree y se le honra. Volviendo a la primera cita, el profeta Ezequiel explica porque, a pesar de tanta injusticia, Dios no pudo intervenir: Dios no encontró a nadie que intercediera, ni siquiera a uno.

“Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra,… y no lo hallé.” (Ezequiel 22: 30). ¿Qué te parece si empezamos tú y yo?

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