Venezuela: la raíz del problema – cápsula 7
Paulo Coelho dijo que la mayor ventaja del diablo es que la humanidad cree que no existe. Estoy totalmente de acuerdo. Algunos psicólogos, por ejemplo, afirman que es nuestra maldad reflejada y no una entidad viviente. Me pregunto si fue su propia maldad la que tentó tres veces a Jesucristo en el desierto (Lucas 4:1-13). Otros dicen que no es más que la parte negativa del eterno balance entre vida y muerte, ying y yang, pero ¿a quién derrotó Jesús cuando: “despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.”? (Colosenses 2:15). La ciencia dice que la Biblia habla de endemoniados porque en esos tiempos se desconocían enfermedades como la epilepsia, la paranoia y la esquizofrenia pero, ¿sabemos hoy con certeza como nacen estas “enfermedades”? La respuesta es “no” pero es más común escuchar que se le atribuya a la herencia (en lenguaje bíblico: espíritus familiares o maldiciones generacionales), o a los traumas psicológicos. Pero, ¿por qué no se han logrado aún identificar la causa y la cura para estas enfermedades tan antiguas? En las Escrituras vemos claramente separadas la sanidad de los enfermos y la liberación de los endemoniados: “Y sanó [Jesús] a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.” (Marcos 1:34). ¿Puede una enfermedad hablar?
Creo que toda la humanidad sufrió un shock cuando vimos los videos de aviones estrellándose contra las torres gemelas en el fatídico septiembre once. La sensación fue de inestabilidad porque, hasta entonces, el enemigo estaba fuera de casa pero ahora estaba (y está) en medio de nosotros. No se pudo detectar pero vimos sus efectos. Igualmente Satanás ha hecho estragos en tu vida y en la mía. Medita en esto y verás muchos efectos de su maldad en ti y los que te rodean. Por eso sucede algo irracional: los mismos que lo niegan, le temen pero, ¿por qué temerle a lo que no existe? Pero tranquilo, tengo buenas nuevas: no estamos desamparados. Existe una salida: Jesucristo. “Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.” (1 Juan 3:8).
Un general de las fuerzas armadas tiene poder para ordenar un ataque pero si alguien jerárquicamente superior, como por ejemplo el presidente, lo degrada y expulsa (despoja), éste pierde inmediatamente toda su autoridad. Sin embargo aún puede asustar con su viejo uniforme a aquellos que no saben que fue expulsado y que ya no tiene autoridad. De una manera similar el diablo tiene poder pero no autoridad, a menos que tú se la des. Ya vimos que fue despojado pero actúa en la ilegalidad. La única manera de que satanás entre es que tú le abras la puerta. Cuando un perro callejero merodea cerca de tu jardín, cierras la puerta para impedirle que entre y ataque a algún miembro de tu familia pero como al enemigo no lo ves, lo dejas entrar por la puerta, por los ojos y oídos, por internet, televisión…
Los Evangelios identifican al diablo más de veinte veces bajo ese y otros nombres como satanás, enemigo, adversario, hombre fuerte y ladrón. La mayoría de esas veces es Jesús quién habla. Si no crees en la existencia del diablo, no crees en Jesús porque Él advirtió sobre él, lo reprendió, liberó a multitudes de su opresión y lo despojó para siempre en la Cruz. Te guste o no estás en una guerra. Veas o no a tu enemigo, él es real y te ha hecho mucho daño a ti, a tu familia y a la humanidad. Es hora de tomar autoridad en Jesús y detenerlo. Invita a Jesucristo a entrar en tu vida. Sométete al único Señor.
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.” Santiago 4:7