Eres uno con Él
“y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Hechos 9:4
La voz que Saulo de Tarso estaba escuchando era la de Jesús, quien ya había resucitado de entre los muertos y partido al Cielo. Pero entonces, ¿cómo podía Saulo estarlo persiguiendo si Él ya no estaba como hombre en la tierra? Algunos detalles nos ayudarán a entender: este hombre Saulo (quien poco después de esta experiencia sobrenatural se convertiría en al apóstol Pablo), iba “respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor” y por lo tanto “vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén.” (Hechos 9:1-2). Saulo iba a esta ciudad con un fin claro: capturar y encarcelar a tantos seguidores de Jesús como fuese posible, hombres o mujeres. El odiaba férreamente a los cristianos llamados entonces “del Camino.” Por eso Jesús, en pleno mediodía, se le presentó en forma de un “resplandor de luz del Cielo” (verso 3b), para detenerlo y cambiar para siempre el rumbo de la vida de Saulo y. a través de él, el de billones de almas.
Aunque un cuerpo está compuesto por muchas partes, una simple astilla encajada en un dedo, un poco de arena en un ojo o un dolor de muela, afectan al todo. “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo.” (1 Corintios 12:12). Del mismo modo, cuando alguien persigue a la Iglesia, persigue al Señor porque ella es el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27). Cuando alguien quiere destruir a los hijos de Dios, está tratando de destruir al Todopoderoso. Si algo te afecta, te desalientas o eres víctima de una injusticia, Cristo lo percibe porque eres parte de Él. Tú eres uno con Él y viceversa. Jesús siente tu dolor, el sufrimiento y la desesperación en Su cuerpo. Esto te llenará de paz y fe: cuando alguien te persigue por creer en Él, lo persigue a Él. Cuando se meten contigo, se meten con Él. Jesús no solo tomó tu lugar en la Cruz pagando todas tus deudas, Él vive en ti, eres parte de Él, y te anhela celosamente, hoy mismo:
“¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” Santiago 4:5