Resucitó

“y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.” Lucas 24:23-24

Imagino que después del shock que implicó la dolorosa muerte del Maestro, los apóstoles y discípulos estarían devastados, tratando de entender: “Sin duda era el hijo de Dios. Lo vimos con nuestros ojos, lo oímos con nuestros oídos, lo hemos contemplado y lo palparon nuestras manos. Claro que es el Verbo de Vida» (1 Juan 1:1) pero entonces, ¿qué pasó? Lo vimos sanar a millares de enfermos y resucitar, entre muchos otros, a Lázaro, después de cuatro días, cuando ya hedía. No había demonio ni potestad que no se sujetara a Él y cuando expiró, vimos cómo se rasgó el velo del templo (Marcos 15:38). Sin embargo ahora no sabemos de Él.”

Estaban sin rumbo como lo estaría cualquiera de nosotros. Su poderoso líder había desaparecido y nadie sabía de Él, mientras que la amenaza romana aumentaba. Es verdad que el Maestro les había anticipado muchas cosas pero ahora todo parecía confuso, como neblina. “¿Cómo pudieron aliarse los fariseos con los romanos?” quizás se haya preguntado alguno. Y yo te pregunto a ti: ¿Cómo pudo haberse levantado la Iglesia de Jesucristo después de este rotundo fracaso? ¿Cómo pudieron subsistir y perseverar sin su líder en medio de una de las más sangrientas persecuciones de la historia que por cierto, persiste hasta hoy? ¿Por qué arriesgaron sus vidas y las de sus familias? ¿Qué pudo haberlos impactado tanto para avanzar a pesar de las amenazas y de los tormentos que sufrían? Solo hay una explicación: Jesús realmente resucitó, y ellos lo vieron. Y el simple hecho de que dos mil años después, tú y yo hayamos sido alcanzados por Su amor, es suficiente evidencia de su eterna deidad y poder.

“…Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas [Pedro], y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí [Pablo] 1 Corintios 15:3b-8

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