Verdaderamente libres…

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Juan 8:31-32

La gran mayoría de los creyentes vive muy por debajo del nivel de plenitud y libertad que Jesús nos compró con Su sangre. Una vez nos arrepentimos y confesamos a Jesús, somos salvos por gracia, y si la muerte nos sorprende, iremos a una eternidad con Él. Esa es la maravillosa obra redentora… pero ser libres es otra cosa. Somos espíritu, alma y cuerpo (1 Tesalonicenses 5:23), y el hecho de que el espíritu se reactive, no significa que el alma se adapte a este cambio y se sujete al primero. Tus sentimientos con sus deseos y costumbres, tu lógica llena de paradigmas y cultura, y tu voluntad con múltiples argumentos y altiveces, se resistirán a toda costa contra la autoridad de Dios recién aceptada por el espíritu. Una cosa es que Jesús te abra la Puerta y otra que tú quieras entrar por ella. Una cosa es que Jesús provea el Camino, y otra que tú quieras transitarlo. La salvación es apenas el comienzo de la obra transformadora de Jesús. Él quiere procesarnos para llevarnos de la esclavitud a la verdadera libertad que solo existe en Él. Por eso mandó a los apóstoles a hacer discípulos , no conversos (Mateo 28:29).

En este verso vemos que el Maestro les habla “a los judíos que habían creído en él.” Ya eran salvos. Sin embargo les advierte que serán libres solo a través de un proceso que incluye permanecer en Su palabra, ser discipulados y conocer la verdad. Permanecer en Su Palabra quiere decir creerla, pero para eso debes conocerla y vivirla, masticarla, comerla, digerirla, meditarla constantemente. Por eso Jesús se presenta como “el pan vivo que descendió del cielo” (Juan 6:51). Solo así tendrás la certeza de que si Él lo dijo, lo hará, aunque todo alrededor apunte en la dirección opuesta. Y esperarás aferrado a esa Palabra como “segura y firme ancla del alma” (Hebreos 6:19), entendiendo que aunque la superficie se sacuda, la cadena no se rompe. Y para eso necesitas pasar tiempo a diario con Él, y estudiar Su Palabra. Solo persistiendo en esa disciplina (de allí viene la palabra discípulo) serás renovado y conocerás el maravilloso corazón de Jesús, Aquel que te ama tanto que no dudó en despojarse de todo para recuperarte (Filipenses 2:6-8). Conoce íntimamente a Jesús y serás verdaderamente libre…

“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” Juan 8:36

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