¿Por fe o por vista?
“Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?” Mateo 11: 2-3
Si alguien podía reconocer al Mesías, ese era Juan. Él fue quien afirmó: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29) y a quien, al bautizar a Jesús, en el momento en que salía del agua: “los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre Él” (Mateo 3:16). Y si esto fuera poco, escucho “una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” (Verso 17). ¿Cómo pues ahora manda a preguntarle a Jesús, quien además era su pariente, si era el Mesías o debían esperar a otro? Tengamos en cuenta que este no era un hombre cualquiera sino uno tan extraordinario que el mismo Jesucristo dijo de él: “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista” (Mateo 11:11a). Pero la razón de su duda es simple: Juan se encontraba en la cárcel, y no es fácil creer cuando las cosas parecen moverse en la dirección contraria…
Ahora bien, si alguien como Juan quien venía “con el espíritu de Elías” (Lucas 1:17) a anunciar al Mesías, tuvo dudas, ¿será que las podemos tener tú y yo? ¡Por supuesto! Pero eso no significa que nos paralicemos ni que no avancemos. Es allí, en medio del temor, donde debemos buscar el refugio de nuestro Pastor porque Él dijo que nadie nos puede arrebatar de la mano del Padre (Juan 10:29). Es allí, en medio de la duda, donde debemos atrevernos a avanzar aún con poca visibilidad, como quien maneja en la neblina sabiendo que “…por fe andamos, no por vista” (1 Corintios 5:7). Es allí, en medio de los altibajos, donde nos aferramos a Cristo, el “firme ancla de nuestra alma” (Hebreos 6:19). No sé por qué circunstancia estás pasando; no sé qué reto, diagnóstico o dificultad financiera esté tocando tu puerta. No sé si es una traición conyugal o un hijo rebelde. Pero lo que sí sé es que tienes un Padre tan fiel y que te ama tanto que, ante la posibilidad de perderte, prefirió morir para recuperarte y hoy te promete:
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” Isaías 41:10