Muerte a la religión

“Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?” Lucas 24:4-5

Esta pregunta es definitivamente mi verso favorito de la Biblia porque destruye, en una sola frase, toda la religiosidad que nos hemos inventado, y a sus tres hermanas: la autocompasión, la falsa humildad y el legalismo. “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?” Claro que Cristo murió por tus errores y los míos. Lo entregó todo, llevando sobre Sí el castigo de nuestra paz. Cargó con nuestras iniquidades, enfermedades, maldiciones, pobreza y limitaciones, para lo cual se despojó de ser Dios y no solo se hizo hombre sino que tomó forma de siervo, y siervo obediente, y obediente hasta la muerte, y muerte en una cruz (Filipenses 2:5-8). Es necesario entender y recordar esto, y saber que a través de Su muerte nos hizo libres, construyendo el único camino de reconciliación porque nadie va al Padre sino a través de Él… (Juan 14:6). Pero esa no es toda la historia…

Debemos recordar algo más: aunque se entregó para salvarnos, lo hizo voluntariamente, nadie lo forzó. Aunque fue “molido por nuestros pecados”, escogió hacerlo, para recuperarnos. Y tres días después de la dolorosa muerte en la Cruz, la tumba quedó vacía. Por eso dijo: “…yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo.” (Juan 10:17b-18a). Jesús no fue una víctima, fue un vencedor. Es el Cordero Inmolado por nosotros pero también el León de la Tribu de Judá. Junto al impresionante silencio de Aquel que: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca…” (Isaías 53:7a), no debemos perder de vista el grito final de victoria de ella: “Consumado es.” (Juan 19:30b). En ese instante, al expirar, había vencido a Su carne, al mundo y a Satanás. Y tres días después a la misma muerte…

Medita en esto porque después de la muerte hubo una resurrección, y en ella resucitamos todos los que le creemos con Él (Colosenses 2:12). ¡Gloria a Jesucristo, único Dios verdadero y eterno, Creador y Salvador del mundo!

“No está aquí, sino que ha resucitado…” Lucas 24:6a

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