Sobreponiéndonos a la decepción
“Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron.” Mateo 26:50
Algunos visualizan a Judas como un individuo oscuro y desconfiable, y dado que Jesús sabía que lo traicionaría, pensamos que lo rechazó o se mantuvo distante de él. Nada más lejos de la realidad. Judas era el tesorero del grupo y llevaba consigo las generosas ofrendas de muchos adinerados seguidores. Jesús no le llamo amigo a Judas por sarcasmo ni hipocresía, y el Salmos 41 describe la comunión que guardaban: “Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, Alzó contra mí el calcañar.” De hecho, en el verso 23 Jesús lo describe como “el que mete la mano conmigo en el plato.” ¿Cuan frecuentemente vemos a un hombre compartir el mismo pan o meter las manos en el plato de otro? El nivel de intimidad era muy grande. A veces fantaseo que, aunque Jesús sabía que le traicionaría, tenía esperanzas de que se salvara. Y la traición no fue pequeña: Judas “alzó contra Él su calcañar,” literalmente levantó su talón para pisarlo como a una serpiente. ¿Qué habrá sentido Jesús? Minutos después de ésta traición anticipada, todos los discípulos lo abandonarían.
Y tú, ¿cómo reaccionas cuando te decepcionan? Quizás tu padre te abandonó, tu cónyuge decidió jugarte una mala pasada o tu propio hijo te dio la espalda. A lo mejor fue ese ser tan cercano y querido, en quien ciegamente confiabas, el que de repente abusó de ti y aún no sales del shock. Vivimos en un mundo enfermo donde la lealtad no es frecuente y las tres principales motivaciones de muchos son: yo, yo y yo. Juan el apóstol habla de “los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida.” Pero la pregunta es ¿qué haces cuando alguien te decepciona? Y si no ha ocurrido, ¿qué vas a hacer cuando ocurra? Jesús advirtió: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33b). En otras palabras, Él sabe que tendremos oposición y nos da el ejemplo al no permitir que eso lo detuviera. Él siguió amando y venciendo, cumpliendo el propósito de Su encarnación. No esperes aprobación ni apoyo para perseguir tus sueños. Que ni la envidia, la bajeza ni la traición te desvíen de tu objetivo. Persevera en tu objetivo, como Jesús, hasta el fin:
“Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.” Hebreos 12:3