Deshazte de la levadura
“Y él les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes. Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan.” Marcos 8:15-16
En la Biblia vemos con frecuencia la mención a la levadura comparándola con el pecado (algo que fermenta) y como hipocresía (leuda la masa). La levadura de los fariseos es su hipocresía, su religión externa, preocupados por lo que otros piensen, siendo legalistas, juzgando siempre a través de lo que observan en los demás. La levadura de Herodes es su maldad y pecado, y representa la visión del mundo, la opinión guiada por la astucia, el poder, la habilidad. En el Evangelio de Juan, un grupo de hombres le preguntan a Jesús: “¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?” (Juan 6:28). En otras palabras, ¿cuál es la fórmula, cuáles los pasos a seguir? La respuesta de Jesús me sorprende: “…Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.” (Verso 29). De modo que no hay fórmula, tradición ni ritual, sino creerle completa y sinceramente, lo cual solo se logra a través de una relación con el Mesías. Él vino a anunciar Su Reino, pero este comienza por creer en Él. Sin embargo nuestra mente se opone. Tenemos barreras mentales provenientes de nuestra educación en el mundo (levadura de Herodes), y de las creencias de nuestros familiares, enfocadas muchas veces solo en un código moral (levadura de los fariseos). Ambos forman parte de la “vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres.” 1 Pedro 1:18
El problema es que estos esquemas mentales se oponen a la verdad de Dios en nuestras vidas, y nos distraen de quienes somos en realidad. No podemos vivir en Cristo mientras le creemos a nuestras costumbres. Dios dice que seremos sanados pero prevalece lo que dice el doctor. Las Escrituras dicen que nuestro matrimonio puede restaurarse pero no lo juzgamos factible. Tenemos una adicción y leemos que “donde está Su Espíritu hay libertad,” pero nosotros revisamos las estadísticas y decidimos que no. Él dice que es nuestro pastor y nada nos faltará (Salmos 23:1) pero no lo creemos porque no tenemos trabajo o nuestro negocio presenta problemas. De hecho, a muchos les cuesta aún creer que Dios los ama y que él o ella son muy importantes para Él, pero Su Palabra lo afirma, y debemos crerlo. La pregunta es: ¿le vas a creer a Dios o le vas a creer al mundo y sus creencias? Los mismos discípulos que convivían con el Maestro, pensaron que Jesús les decía esto ¡porque no trajeron pan! ¿De dónde salió esa idea si Jesús acababa de multiplicar siete panes para alimentar a cuatro mil familias? Lo que pasa es que el enemigo es experto en sembrar desconfianza, confusión, argumentos que se oponen al conocimiento de Dios (2 Corintios 10:5). Cuando tienes un sueño, un proyecto, una decisión, ¿consultas a Dios y Su Palabra, o les preguntas a tus vecinos? ¿Te dejas llevar por lo que “sientes”? Recuerda que: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso…” (Jeremías 17:9) No puedes fiarte de él. Es mentiroso y malvado, y te dirá lo que desees oír, no lo que te conviene. ¡Ay de aquel que no adiestra a su corazón sino se deja llevar por sus emociones todo el tiempo! Qué tu corazón sea blando para creer. Si se mantiene endurecido, tu mente deja de crecer, de renovarse, de entender.
“Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?” Marcos 8:17