Su ley en nosotros

“Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel. Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo;” Hebreos 8:10

Dios ha escrito sus principios (leyes) en nuestra mente. Si un niño pequeño contempla a papá maltratar a mamá, o a su hermano maltratar a su mascota, se desajusta y reacciona, quizás con gritos o llanto. La conciencia, sin siquiera saberlo el pequeño, le indica que lo que está sucediendo no está bien, y dispara una alarma en su corazoncito. Es la ley que Dios ha escrito en nuestras mentes que, a pesar de tantas generaciones separadas de Dios, aun sobrevive sigilosa. Por eso es importante que, una vez que esa ley está en nuestra mente, baje también al corazón. Cuando esto no sucede, nos endurecemos, insensibilizamos y volvemos apáticos y tiranos. Comenzamos a tolerar lo que antes no podíamos soportar. Nos volvemos distantes y ariscos, escondiendo nuestra vulnerabilidad para adaptarnos al entorno. Así es como se degradan las sociedades; cuando lo anormal se va volviendo costumbre, hasta que se siente normal. Cuando la injusticia se hace cotidiana, y la inmoralidad y la violencia, comunes.

Pero acá la Palabra nos enseña que  no es suficiente tener Sus leyes en nuestra mente (intelecto) sino que sean escritas también en el corazón (sentimientos). Por eso, en el camino de Emaús, luego de resucitar, Jesús reprende a dos discípulos que habían perdido la fe llamándolos: “tardos de corazón para creer lo que los profetas han dicho,” (Lucas 24:25). Tenían el conocimiento intelectual de lo que se les había profetizado, pero no lo habían creído. Ser creyente no significa concluir que debe existir un Dios, eso es simple sentido común. Ser creyente en Cristo implica amarlo con toda nuestra mente (intelecto), todo nuestro corazón (sentimientos) y todas nuestras fuerzas (voluntad y bienes materiales). Este es el principal mandamiento (Marcos 12:30). Si no estudiamos Su Palabra, corremos el riesgo de inventarnos a un Dios irreal, como lo han hecho las religiones, atribuyéndole lo que sentimos y no Su Ley escrita, lo que nos hace sentido y no Su Palabra. Por eso Pablo nos advierte que debemos derribar los argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios,…

“…llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,” 2 Corintios 10:5b

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