El poder de bendecir
“Y se estremeció Isaac grandemente, y dijo: ¿Quién es el que vino aquí, que trajo caza, y me dio, y comí de todo antes que tú vinieses? Yo le bendije, y será bendito.” Génesis 27:33
Isaac había sido engañado por su esposa e hijo, Jacob. Su primogénito, Esaú, según la costumbre, debía ser el recipiente de ésta bendición especial, pero Dios no se mueve por costumbres sino por nuestros corazones. Jacob anhelaba esa bendición más que cualquiera otra cosa mientras que su hermano Esaú (a quien legítimamente le correspondía), la despreciaba, al punto que años antes, estando hambriento, la “vendió” a su hermano por un plato de lentejas. Ahora bien, Isaac bendijo a Jacob creyendo que era Esaú y, al enterarse del engaño: “se estremeció grandemente.” ¿Por qué? Porque lo bendijo, “y será bendito.” Nótese que Jacob no estaba tomando nada material de Esaú, ni su ganado, ni dinero ni tierras, tampoco su esposa o hijos. Lo que Jacob estaba hurtando eran las invisibles bendiciones espirituales que, al salir de la boca de su padre, serían como la lluvia, no se pueden detener. La bendición de un padre amoroso y creyente, es un camino invisible trazado en el destino de su hijo.
Y esa afirmación sigue siendo tan cierta hoy como entonces. Desafortunadamente, por ignorancia, muchas veces lo que pronunciamos sobre nuestros hijos son palabras de limitación, castración, humillación, maldición… Palabra corrompida que lleva en si semilla putrefacta que, si halla tierra afín en el corazón del hijo, crecerá. Por eso es importante que bendigas a tu hijo, sea que aún esté en el vientre de su madre o que esté en sus sesentas. Toda hija e hijo anhela y necesita la bendición del padre; por eso, cuando son abandonados, la herida es muy profunda. A falta de las palabras adecuadas que engendren vida en su alma, escuchan a otras voces carentes de autoridad, semillas debilitantes. Bendice a tus hijos, y si tienes hijastros, bendícelos también. Déjalos entrar bajo tu cobertura mientras te dejas cubrir por Cristo. Y si tienes sobrinos o nietos que cuyos padres partieron, bendícelos también. La palabra pronunciada sobre tus hijos, son profecías; no la limites a lo que ves sino a lo que quieres que sean. Debe haber un balance entre corregir sus errores y bendecirlos. Tu bendición es necesaria y poderosa, y la tienes en tu boca:
“La muerte y la vida están en poder de la lengua, Y el que la ama comerá de sus frutos.” Proverbios 18:21
Es una reflexión que nos enseña a cuidar el corazón de nuestros hijos..gracias hermano
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