Déjalo restaurarte

“No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.” Salmos 103:10

Uno de los aspectos que más me maravillan de Dios es Su infinita gracia. Cuando nos autoevaluamos a la luz del mundo y nos comparamos con otros a quienes consideramos “peores” en su conducta, nos sentimos justificados y razonablemente respetables. Sin embargo, cuando nos examinamos a la luz de la Palabra de Dios, bajo la verdad de las Escrituras, nos damos cuenta de que nuestro corazón, comparado con el de Dios y Su plan para nosotros, deja mucho que desear. El problema no es solo que mi corazón me engaña flagrantemente, sino que además me gusta creerle, lo cual es un gran error. Yo puedo autocalificarme como yo lo desee porque “todo camino del hombre es recto en su propia opinión.” El problema es la segunda parte del mismo verso: “Pero Jehová pesa los corazones.” (Proverbios 21:2). En otras palabras, ¿es realmente relevante lo que el acusado piense de sí mismo cuando está en el tribunal, delante del juez? ¿Crees que le convenga decir: “yo robé todo ese dinero, pero la persona a quien se lo robé, tiene mucho más”? O: “Lo maté porque se lo merecía.” ¿Qué hará un buen juez? ¿Le dirá: “no lo había visto desde ese punto de vista”? Claro que no. Pagará por su maldad de acuerdo a las leyes, no a su conciencia.

Pero a pesar de Su justicia, Dios ofrece, a través de Jesús y Su sacrificio en la cruz, gracia sobreabundante. Me consuela tanto leer arriba como Él no nos paga con la misma moneda ni devuelve lo que merecemos. Pablo por su parte, nos asegura que “donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia.” (Romanos 5:20) Es decir que la misericordia de Dios para Sus hijos, a través de Jesucristo, siempre supera la gravedad de Su juicio. En otras palabras, no importa donde estuviste ni que tan bajo caíste, si te arrepientes de corazón delante de Dios y confiesas a Cristo como tú único y suficiente Salvador entonces, como lo anunció el profeta, Él “echará en lo profundo del mar todos tus pecados.” (Miqueas 17:9b) Te hace una nueva criatura (2 Corintios 5:7). Es un nuevo nacimiento y como lo hacemos con los bebés, tu nombre es registrado, pero no en un acta de un hospital, sino que Dios lo escribe en el Libro de la Vida. Cuando satanás te acuse diciéndote que tus errores han sido demasiados, imperdonables, acuérdate de que:

“Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen.” Salmos 103:13

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