Pecado, justicia y juicio – parte 1

“Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” Jesús en Juan 16:8

El Maestro está anticipándoles a Sus discípulos la pronta venida del Espíritu Santo, y les anuncia tres labores que éste hará al venir a la tierra. En esencia convencerá a la humanidad primeramente de pecado, luego de justicia y, por último, en orden secuencial, de juicio. En el progreso individual del creyente podemos observar este proceso. Si tú sinceramente has invitado a Jesucristo a guiar tu vida y te has arrepentido de tus errores, se lo debes al Espíritu Santo. Él fue Quien te convenció de que necesitabas corregir tu rumbo y regresar a Él. Pablo lo reafirma diciendo que “nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.” (1 Corintos 12:3). Si has creído en Jesús, no se debe a tu conciencia sino a Su Santo Espíritu, quien te convenció de que te urgía arrepentirte y enderezar tus pasos. ¡Maravilloso!

Una vez convencido de pecado y arrepentido, el Espíritu te muestra algo sobrenatural: Su justicia. Te confirma que, a pesar de tu pasado, tu maldad, bajezas, fracasos o inmoralidad, has sido perdonado y, por lo tanto, justificado delante de Dios. En otras palabras: a través de la Sangre de Cristo, has sido hallado inocente. ¿Cómo puede un creyente con certeza saber que sus vestidos han sido lavados, que el acta que le acusaba fue clavada en la Cruz (Colosenses 2:13-15), y que su nombre está escrito en los cielos (Lucas 10:20)? Únicamente a través de Su Espíritu. Por eso Pablo dice que: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” (Romanos 8:15). No puedes explicarlo ni demostrarlo, pero lo sabes. Y luego, una vez que has sido convencido de que, a través de Su gracia y no por tus méritos, eres apartado, el Espíritu te convence de juicio. ¿Cuál juicio? Jesús lo aclara poco después: “por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.” Satanás fue completamente vencido en la Cruz del Calvario, donde los principados y potestades de la oscuridad fueron despojados de todo poder. Del mismo modo como a un poderoso militar a quien, por traición, una autoridad superior le arranca todas las estrellas de su uniforme y lo degrada, quitándole toda autoridad y poder, así nuestro Señor lo despojó. Jesús ya venció por la eternidad pero el Espíritu Santo es quien te convence de que tienes esa autoridad, en el Nombre de Jesús.

“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Jesús en Juan 10:10

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