Tu sostienes mis pasos…

“Sustenta mis pasos en tus caminos, Para que mis pies no resbalen.” Salmos 17:5

Una de las definiciones que da el diccionario de la RAE para la palabra sustentar es: “sostener algo para que no se caiga o tuerza” y otra, de la misma fuente: “proveer a alguien del alimento necesario.” En otras palabras, sustentar implica sostener y nutrir. Y acá vemos que el rey David, reconociendo su humanidad y naturaleza, sabiamente le pide a Dios que sea Él quien sustente (sostenga, nutra, fortalezca, para que no caigan ni se tuerzan) sus pasos. Ahora bien, David tenía una desbordante confianza en sí mismo, de otro modo no hubiera enfrentado a Goliat ni a muchos otros gigantes en sus múltiples batallas. Sin embargo, él sabía que el hombre no controla su destino y que las personas no son dueñas de sus pasos, por lo que es mejor confiar primero en Dios. Siglos después lo confirmaría el profeta: “Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos.” (Jeremías 10:23).

En los Salmos conseguimos al menos una oración (probablemente más) para cada ocasión. Cada situación que nos embarga, tiene una plegaria reflejada en este magnífico libro. Cuando tú oras como David y le pides que sustente tus pasos en Sus caminos, le estás pidiendo caminar dentro de Su voluntad; le estás clamando: “Señor, en medio de mis difíciles circunstancias y retos, sostenme, susténtame, mantenme arriba; sujétame para no salirme de nuestro pacto.” Salomón, el sabio hijo y sucesor en el trono del rey David, lo explica con otras palabras: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas.” (Proverbios 3:5-6). Si quieres que Dios guie tus pasos tienes que dejarle suficiente espacio para que maniobre. Si quieres que Él abra puertas grandes, tienes que resistir la ilusión de que, empujando, tú abres las puertas con Él. Si quieres que Sus promesas se concreten, tienes que vivir bajo Sus principios. Él es Dios, no tú. Tus pensamientos no pueden dirigir a Aquel a quien la Biblia llama Anciano de Días. Su conocimiento es infinito e inescrutable, y nuestro corazón es engañoso, interesado, parcializado… Sus pensamientos no son nuestros pensamientos, ni Sus caminos, los nuestros. (Isaías 55:8). Confía en Dios.

“Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, Y él aprueba su camino.” Salmos 37:23

Los comentarios están cerrados.

A %d blogueros les gusta esto: