Gloria de Carpintero

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” Juan 1:14

Nunca he sabido de una mujer hermosa quien, al ir a una fiesta, se maquille y vista para verse menos atractiva. Lo mismo pasa con los hombres. No importa cuán atractivos o no nos sintamos, queremos vernos mejor. Me impacta pensar que Jesús, el Amado del Cielo, aceptara humillarse para parecer uno de nosotros; para convivir como de los nuestros. ¿Cómo puede el Creador del tiempo, meterse en él, y el que sustenta al sol, someterse al día y a la noche; a las estaciones y a los años? ¿Cómo pudo el que es la Palabra, aprender a llamar mami a María y papá a José? El que camina sobre las aguas aprendiendo a gatear… El que llamó a la vegetación a existencia, hubo de aprender el humilde oficio de carpintero, cortando la madera, lijándola, clavando y barnizando mesas, sillas y en lo más íntimo de Su corazón, una Cruz. Isaías profetizó 700 años antes que lo veríamos: “…mas sin atractivo para que le deseemos.” (Isaías 53:2b). ¡Qué humildad incomprensible, guiada por un amor inescrutable! John Eldregde compara la encarnación de Jesús con un ser humano que aceptara nacer como pez y vivir en una pecera, para rescatar a otros peces atrapados en ella.

Pablo lo dice más claro: “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:6-8). No solo se despojó de Su realeza, sino que se hizo hombre; pero no solo hombre sino siervo; pero no solo un sirviente sino uno obediente hasta la muerte; y no cualquier muerte sino la peor de todas: en la cruz. ¡Así tan grande es el amor de Dios! Sin embargo, muchos aún no le creen. Los musulmanes dicen que Dios no puede morir y que el crucificado fue otra persona, probablemente Judas, pero Juan afirma respecto a Jesús que “… la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó;” (1 Juan 3:2). Jesús es real. Dio Su vida perfecta para pagar por todos nuestros errores. Se humilló, pero no para que nos lamentemos sino para que nos gocemos:

“Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.” 1 Juan 1:4

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