Mientras esperas…

“Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” Jesús en Lucas 16:12

Imagina que tienes dos hijos mayores de edad, y que ambos quieren comprarse su primer auto. Imagina además que tienes suficiente dinero para comprarle uno para cada uno, sin embargo, quieres darle la prioridad al mayor y piensas darle solo una parte, para que se esfuerce. Un día accidentalmente escuchas al mayor ofreciéndole ayuda económica al menor, para que este último también tenga su auto, ¿cómo te sentirías? Yo creo que su generoso corazón te enternecería, y quizás te motive a ser más generoso o a ayudarlos antes de lo previsto. Algo parecido pasa con Dios. La actitud que tienes mientras esperas esa pareja, ese bebé o tu primera casa; la manera como vives mientras obtienes esa promoción, la remisión de esa enfermedad o el inicio de tu negocio, pueden hacer una gran diferencia.

¿Qué haces mientras esperas? Jesús nos enseña acá que la manera como tratas lo ajeno determina lo que será tuyo. ¿Cómo reaccionas cuando esa anhelada promoción en la empresa se la dan a uno que consideras menos calificado? ¿Apuestas a su fracaso con recelo y envidia, murmurando respecto a la “injusticia” que te han hecho? O piensas: “Señor, tú tienes algo aún mejor para mí”, y vas y le ayudas a tener éxito. Llevas años buscando tu primer bebé y te invitan a un baby-shower. Tú, ¿te excusas porque te entristece ir o vas a celebrar con la que ya logró su sueño, como anticipación del tuyo? ¿Rechazas salir solo con otras parejas o lo disfrutas mientras esperas que llegue la tuya? ¿Estarías dispuesto a ayudar a otro a lograr su sueño mientras esperas el tuyo? Creo que la mejor manera de esperar una promesa es ayudando a otros a cumplir sus anhelos. Ayuda a esa mami embarazada mientras esperas que Dios te dé tu bebé. Aconseja a esa persona desempleada mientras tú también consigues trabajo. Cuida bien esa casa alquilada mientras Dios te concede la tuya. Muéstrale a Dios con acciones, no palabras, que eres digno de confianza, capaz de recibir y administrar más. La envidia implica sentirse mal cuando a alguien le va bien; no permitas que tu alma se contamine de ella. Saca todo resentimiento y celo de tu corazón, y ábrete a servir a otros, en aquello que esperas, mientras esperas. Si no eres capaz de atesorar lo que Dios les da a otros, ¿por qué debe Él creer que atesorarás lo que te quiere dar?

“Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?” Lucas 16:11

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