El Verdadero y el mentiroso
“Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.” 1 Juan 5:20
La mente del creyente es un campo de batalla. El enemigo lanza dardos de fuego para causar miedo, ansiedad y desesperación, los cuales apagamos levantando el escudo de la fe (Efesios 6:15). Esa es nuestra defensa. ¿Y nuestro ataque? La “espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios” (Efesios 6:17b). Con ella deshacemos las mentiras del enemigo y confiamos en la Verdad de Jesucristo. Con ella destruimos fortalezas, argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios (2 Corintios 10:4b-5). Hoy día ya la ciencia ha demostrado el poder de lo que creemos y hablamos; como afecta nuestras neuronas y genera patrones firmes de pensamiento. Nuestra mente puede literalmente “transformarse por medio de la renovación del entendimiento” (Romanos 12:2). ¿Para qué? Para pensar mejor, para reaccionar mejor, para avanzar constructiva y asertivamente nuestras vidas; para generar lo imposible. Quizás te preguntes: “¿Cómo puedo usar esa arma?” Bueno, es muy simple, pero requiere práctica…
Vivimos en un mundo natural, pero somos seres espirituales. Lo que vemos es temporal pero lo invisible es eterno (2 Corintios 4:8). Lo espiritual precede a lo natural (Juan 1:3) y es superior a éste. La humanidad ha tratado infructuosamente de resolver en lo natural aquello que tiene un origen espiritual. Todo se resume en creer la Verdad invisible en vez de la ilusión visible. ¿El problema? El sistema de este mundo se centra en lo sensorial, en lo tangible y verificable, y nosotros nos hemos acostumbrado a él, aunque sabemos que somos seres espirituales en un cuerpo físico. ¿Qué hacer? Diariamente leer, imaginar, creer y declarar la Palabra de Dios descrita en la Biblia, en contra de todo lo aparente. El mundo dice “escasez” pero tú confiesas: “Jehová es mi pastor, nada me faltará” (Salmo 23:1). La ciencia dice “desahuciada” y tú dices: “sanada por las llagas de Cristo” (Isaías 53:5b). ¿Temes que tu hijo creyente se descarríe? Disparas: “Nadie puede arrebatarlo de la mano de mi Padre” (Juan 10:29). ¿Te quedaste sin trabajo o tu negocio está en dificultades financieras? Sacas la espada del Espíritu y atacas: “Dios suplirá todo lo que nos falte según Sus riquezas en gloria.” Jesús dijo que Su Palabra perduraría más que los cielos y la tierra pero ¡es necesario creerla hasta los tuétanos!
“Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” Juan 17:17